El particular ciclo vital para los velódromos españoles: nacen (mal), (no) crecen, se reproducen (los problemas) y mueren (abandonados)

Derribo de Madrona. Foto: Ayuntamiento de Segovia

Esta semana hemos tenido ocasión de ver alguna imagen de la demolición del velódromo de Madrona, a las afueras de Segovia, una instalación que, a pesar de su escasísimo uso, de sus graves fallos en pista e instalaciones, y de otras cuestiones relacionadas con la seguridad y la higiene, no deja de ser otro velódromo que desaparece y que ello siempre es un motivo de pena para nuestro deporte, y más cuando el coste de la demolición asciende a casi 50.000 euros.

El Ayuntamiento de Segovia, en una nota de prensa, se ha encargado de recordar estos aspectos negativos de una instalación, “nunca utilizada y con importantes daños estructurales, que nunca cumplió con la finalidad para la que se construyó en los años 80 y que desde los 90 no se ha utilizado”, justificando que la única solución posible era el derribo  “tanto por motivos de seguridad, pues el acceso a la instalación es libre y el anillo peraltado de esta infraestructura puede provocar accidentes de gravedad, como por cuestión de higiene y salubridad”, ya que con ello se eliminaba un foso donde se acumulaban aguas residuales.

Aunque nos duela el derribo, el consistorio segoviano no deja de tener razón, ya que esta construcción ya que Madrona acumulaba todos los defectos que nunca debe tener un velódromo, que, como otros seres vivos, nacen (mal), (no) crecen, se reproducen (los problemas) y mueren (abandonados).

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para repararlo? Twitter: Sergi Escobar

Los velódromos nacen mal. No hablo siquiera de la fiebre constructora que nos asoló hace unos años para justificar gastos para los amiguetes constructores. Hablo de que no hay un puñetero velódromo bien diseñado y bien construido en este país, ya que cualquier arquitecto de tres al cuarto se atreve a diseñarlo… y la prueba son velódromos mal trazados, con transiciones imposibles, que escupen y botan y cuya pista termina levantándose. Y si son cubiertos, las goteras están a la orden del día. Y no me quiero extender más en otros aspectos, aunque en el caso de Madrona es obvio que la ubicación –tanto geográfica, en una pedanía, como zonal, junto a una zona de aguas residuales- le condenaban desde casi el nacimiento.

Los velódromos no crecen. No hay un plan de gestión, de aprovechamiento del velódromo como tal, y muchas veces la utilidad que se le da no tiene que ver nada con el ciclismo, ni siquiera con el deporte…. aunque muchas de esas actividades influyan en el deterioro de los mismos. Por ello me sorprendió agradablemente que, en Francia, junto a la publicación de una Guía de construcción de velódromos haya otra de aprovechamiento, ‘Animation d’un velodrome’.

En los velódromos se reproducen los problemas. La utilización, o la falta de ella, y el mantenimiento, o la ausencia del mismo, se enredan como la pescadilla que se muerde la cola, con lo que el velódromo comienza a abandonarse, salvo un uso absolutamente residual que no justifica la necesidad de la instalación. La gente busca otras alternativas: algunos tienen la suerte de encontrar velódromos, aunque sea bastantes lejanos; otros se pasan a otras modalidades deportivas. Y una cuestión que se plantea numerosas ocasiones en este foro. ¿Merece la pena arreglar un velódromo deteriorado? Parcheos que en muchos casos solo prolongan la agonía, sin resolver ningún problema.

Los velódromos mueren. Muchos de ellos abandonados, sin poderse usar con un mínimo de seguridad, pero sin saber qué hacer con ellos, caso del de Burgos; otros derribados, como el de Madrona, debido a una mayor ‘iniciativa’ de los responsables municipales, pero sin alternativa para este deporte, y en este caso más para el escolar que para el propio ciclismo en pista.

Y en esto de los velódromos, hay pocos ejemplos de Ave Fénix, de recintos que renacen de sus cenizas.

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