Del festival de récords del mundo frustrado en Cochabamba, al recuerdo de la aventura francesa en La Paz hace casi veinte años

Los integrantes del equipo  HUUB, celebrando su éxito el año pasado
en la Copa del Mundo de Londres
Pese a que el mes de abril se puede calificar como temporada baja en esto del ciclismo en pista, esta semana de 2020 habría sido muy distinta, de una altísima temperatura deportiva, debido a esa original iniciativa de la HUUB Wattbike p/b Vita Coco Invitational, prevista en Cochabamba… y desgraciadamente frustrada por culpa de la pandemia.  Un evento del que poco había trascendido antes de convertirse en inviable, pero en el que los hombres del popular equipo de Derbados, con Dan Bigham, John Archibald y Ashton Lambie a la cabeza, junto con otros pistards que se habían apuntado a la aventura, iban a afrontar distintos records, entre los que parecían seguros los de persecución individual y por equipos, pero incluso podría haber estado el de la hora.

A la espera de que un día se pueda celebrar esta auténtica ‘fiesta del ciclismo en pista’ -y en la que este servidor no habría estado muy lejos-, vamos a recuperar otra aventura de hace casi veinte años, que tiene muchos elementos en común: los records afrontados por los velocistas franceses en octubre de 2001, poco después del Mundial de Amberes, y también en Bolivia, pero en un escenario mucho más ‘indómito’, como el velódromo de La Paz, al aire libre y a 3.400 metros de altitud, después de haber descartado otros escenarios.

La historia se cuenta de forma bastante destallada en la biografía ‘Arnaud Tournant, el fenómeno’, escrita por Pascal Sergent, ya que el pistard de Roubaix fue uno de los tres protagonistas, para afrontar el kilómetro, mientras que sus compañeros de equipo en Cofidis Laurent Gané y Arnaud Dublé se enfrentarían con los 200 y los 500 metros, respectivamente. Junto con ellos, iban Alain Bondue, el mánager de la formación francesa -que en aquella época tenía el mejor equipo de velocidad del mundo junto a su formación de carretera-, el co-seleccionador galo Gerard Quintyn, un médico, un mecánico y un masajista, que salieron de París el 4 de octubre.

El coste de la tentativa era el equivalente a unos 150.000 euros, sufragados por la empresa de créditos personales, donde se incluía el pago de los comisarios que debían homologar los récors, convocados solamente para tres días: del lunes 8 al miércoles 10. En esa horquilla deberían afrontarse los récords, que siempre podían verse afectados por las condiciones meteorológicas de un velódromo al aire libre.

Pero el problema no vino por ahí: el material necesario -los bloques de salida y el equipo de cronometraje- que se había enviado como carga algunos días antes, no llegó a La Paz al encontrarse retenido en una escala intermedia, en Sao Paulo. Afortunadamente pudo encontrarse una alternativa: que el mecánico del INSEP -el entonces centro de entrenamiento de la selección francesa en París- se trasladase a la Paz llevando como equipaje un bloque de salida. Algo que logró de milagro al quedar solamente una plaza libre en el avión… y permitirse subir el artefacto a pesar de sobrepasar los límites permitidos.

Al final el intento pudo realizarse el último día, el miércoles 10 de octubre, en el velódromo de un complejo deportivo bautizado con el nombre del presidente francés Jacques Chirac, muy apreciado en aquellas tierras por la defensa que hizo de Bolivia en una época en la que se querían prohibir los partidos de futbol de la selección nacional en La Paz, ya que se consideraba que esa altitud desequilibraba la igualdad deportiva. Pero esa es otra historia: del recinto nos interesa saber que era una pista de cemento, de 333,3 metros de cuerda y que apenas habría un centenar de espectadores en las gradas, pero volcados con los tres aventureros galos.

Tournant y Gané, acompañados de Rousseau, en el podio
de la velocidad por equipos del Mundial de Amberes
Foto: UCI
Gané era el primero en salir, pero su tentativa se frustraba antes de tiempo por una caída cuando estaba lanzando el 200. Se temió una fractura de clavícula, por lo que fue trasladado al hospital, aunque se pospuso la operación para su regreso a París; no obstante, en Francia no se confirmaría la lesión. El cualquier caso, se quedó con las ganas de batir la marca que por entonces tenía el canadiense Curtis Harnett (9.865).

Más fortuna tuvo Dublé, por entonces con 21 años y que nunca alcanzó el nivel de sus coequipiers, aunque en este 2019 lograba el título de velocidad en el Mundial master 35 batiendo a nuestro Itmar Esteban. El bordelés afrontaba la tentativa menos glamurosa, ya que los 500 metros no son una prueba oficial, aunque sí tienen un record del mundo, que en estos momentos estaba en poder del soviético Alexandre Kiritchenko, desde 1988 con 26.649 y que superaría por casi un segundo: 25.850.

A mediodía llegaba el gran momento de Tournant. Por delante tenía dos horas en las que las condiciones meteorológicas -temperatura, viento y humedad- iban a ser las mejores, en concreto 23 grados y una ligera brisa. El de Roubaix se presentaba no sólo con el maillot arco iris, sino también como poseedor del récord mundial que había establecido en la Copa del Mundo de México un año antes (1:00.148) y que fue el detonante de esta aventura.


Sobre su habitual Look, con los tubulares a una presión de 12 kilos, al final montaba un 53 x 14, un desarrollo bestial en aquella época, con un diente más que la combinación que había usado en México. Por delante, tres vueltas al anillo, con Quintyn dándole las instrucciones precisas para terminar su tentativa en 58.875, convirtiéndose en el primer ciclista en bajar del minuto en esta agónica disciplina.

Tras dedicar el récord “a mi mejor amigo -su compañero Gané, en ese momento en el hospital-”, Tournant manifestaba que “no esperaba este tiempo. En realidad, simplemente quería bajar del minuto, con un tiempo de 59.99 me habría bastado”. “Sabía que iba a batir el récord -añadía Quentyn-. El escenario, el ambiente que reinaba en el equipo eran como yo lo presentía”.

Vídeo homenaje de Cofidis en el reciente 42º cumpleaños de Tournant, con la narración de Daniel Mangeas.

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