Velódromos de madera: poco mantenimiento y muchas reparaciones

A pesar de su aparente fragilidad, un velódromo cubierto no necesita mucho mantenimiento en lo que se refiere a la pista de madera: apenas un lijado de la superficie cada 12 o 15 años. Eso no quiere decir que no necesite reparaciones, desgraciadamente bastante habituales cuando hay una competición.

Reparación en el velódromo de Roubaix
Y es que el peor enemigo de las pistas son las caídas, especialmente cuando se está disputando alguna competición de pelotón y hay varios ciclistas implicados, lo que puede suponer unas trayectorias muy diferentes. Unas caídas que afectan de dos formas distintas. Por un lado, dejando restos de las bicicletas, pero también de otros elementos como los cascos, sobre la madera, a veces incrustados en las mismas. Y ojo con el carbono, que parece inocuo, pero es uno de los materiales más ‘contaminantes’. De esta forma, una limpieza de la misma es el primer requisito, y el uso de un aspirador o simplemente de una escoba es la primera actuación necesaria.

Por otro, los daños que estos elementos pueden originar sobre la madera, es especial las partes metálicas de la bicicleta, como pedales, coronas de platos y piñones, manillar… Como es el caso anterior, es necesaria la limpieza de las astillas, altamente peligrosas para la integridad de los corredores o por el riesgo de pinchazos, así como un primer lijado de la madera para nivelar y terminar definitivamente con cualquier astilla que pueda desprenderse.

Pero también hay que ver los agujeros causados en las tablas, que también pueden originar situaciones de peligro en competición. En este caso, la primera reparación es tapar esos agujeros y en cualquier lugar del mundo el elemento imprescindible es la cinta americana o Gaffer. Incluso en los pasados Juegos Olímpicos de París, tenían una marca y modelo definido: Tesa número 4651, blanca. Habrá otros que prefieran la tradicional cinta gris o incluso algunas nuevas de color madera.

Se trata de un material que se adhiere fácilmente a la madera, sin desprenderse y que no supone ningún tipo de peligrosidad cuando se rueda sobre la misma. Como curiosidad diré que también he visto reparar un agujero de este tipo… en un velódromo de hormigón.

En todos los velódromos hay un equipo de mantenimiento cuando hay competiciones. En el caso de España sabemos que cualquiera de los organizadores de pruebas en el velódromo de Horta, en Barcelona, tiene que llevar a uno de los carpinteros de la empresa Fustas Alberch, que fue la que hizo la renovación de la madera para este tipo de eventualidades.

Por cierto, volviendo al caso de los recientes Juegos Olímpicos, allí existía una alternativa novedosa, que se había usado ocasionalmente en Nueva Zelanda y que les encantó a los organizadores franceses: una caja de corchos de diferentes dimensiones para tapar agujeros, que se elegían según las dimensiones del agujero y se pegaban fácilmente sin originar riesgos. Desconozco si se llegó a aplicar este sistema en alguna de las caídas que se produjeron.


Pero la cinta americana es solamente un ‘remiendo’ para que la competición pueda seguir. Por la noche, es necesario reparar el agujero y para ello se utilizan las herramientas habituales de cualquier carpintero y una masilla de madera que de aplica en esos desperfectos, que deben estar perfectamente acondicionados -sobre todo secos y sin elementos extraños- antes de aplicarla. Una pasta que no se puede usar durante la competición ya que tarda varias horas en secar, pero una vez endurecida, se puede lijar para igualar con la zona preexistente, incluso pintar -aunque la hay con colores de cualquier tipo de madera- o barnizar.

Claro que, en el peor de los casos, hay que sustituir completamente un listón, por lo que los constructores suelen guardar varias piezas para estas reparaciones extraordinarias. Ni que decir tiene que una vez sustituido, no hay ninguna diferencia, salvo quizá la visual: y es que la madera va oscureciéndose con el paso del tiempo y los nuevos listones suelen ser bastante más claros.

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