El trágico accidente de hoy hace 65 años nos sirve para recordar a Roger Rivière en su condición de doble recordman mundial de la hora

No sé si algún medio habrá recordado hoy la fecha. Pero este 10 de julio se cumplen 65 años desde la trágica caída de Roger Rivière en el col del Perjuret, cuando estaba en disposición de ganar el Tour de Francia. Un accidente que, al contrario de lo que se dice, no le postró en una silla de ruedas, pero sin tuvo graves secuelas (*) que acabaron con su carrera en el ciclismo, con apenas 24 años.

Pero hoy queremos recordarle no por sus notables actuaciones como rutero y, sobre todo, contrarrelojista, por esa condición de antagonista de Jacques Anquetil que no llegaría a materializarse plenamente, aunque ya habían tenido bastantes enfrentamientos. Queremos hacerlo porque el de Saint-Etienne fue el sucesor del normando como plusmarquista de la hora, aunque entre medias estuvo efímeramente el italiano Ercole Baldini.

Rivière fue inicialmente un pistard, un notable persecucionista que ganaría sucesivamente el título, siempre como profesional, en 1957, 1958 y 1959, sucediendo a Guido Messina, al que eliminó en semifinales en su primer ‘arco iris’. Y que cosecharía numerosos éxitos en esos ‘duelos a dos’ tan típicos de la época.

Fueron esas condiciones de gran rodador las que le animaron para afrontar el récord de la hora, aunque sus tests en carretera no parecían demasiado prometedores. Por ejemplo, en agosto de 1957 había quedado a más de 7 minutos de Anquetil, pero ello no fue óbice para afrontar su primera tentativa el 18 de septiembre, en el mítico velódromo milanés de Vigorelli, y con Fausto Coppi como principal animador. Por delante tenía esa plusmarca de Baldini (46,393 km.), pero sobre todo en su mente estaba la de Anquetil, bastante similar (46,159). Y ambas las superó holgadamente: 46.923. Por cierto, en aquel tiempo Rivière se encontraba realizando su servicio militar, por lo que su éxito fue recompensado con un ascenso… a cabo.

Lo que no le libró es de ser destinado a una misión militar en Argelia a comienzos de 1958 y de perder su forma en esos meses sin entrenar. De hecho, no pudo revalidar su título nacional de persecución, pero sí el Mundial, donde se convirtió en el primer ciclista en bajar de los seis minutos (recordemos que la distancia profesional era de 5 kilómetros y no 4). En septiembre, en un duelo con Baldini a 10 kilómetros le derrotó con tal facilidad que se animó a afrontar nuevamente el récord de la hora.

Esta segunda tentativa tuvo un seguimiento espectacular, con más de 10.000 espectadores en el Vigorelli, en 23 de septiembre de 1958, pero fue mucho más accidentada. Un pinchazo en la tercera vuelta le obligó a afrontar una nueva salida, pero más grave fue el segundo, a doce minutos del final, que le obligó a cambiar de bicicleta y perder 22 segundos entre lo que tardó en llegar a la zona de asistencia y volver a poner en marcha el 53 X 15 que llevaba. La distancia final fue de 47,346 km, cuando por el ritmo que llevaba se comentaba que podría irse incluso por encima de los 48 km. Aun así, el récord dudaría nueve años hasta que Ferdinand Bracke lo batiese de forma inesperada en Roma... si no contamos la polémica tentativa de Anquetil que no sería homologada. Y como todo récord, también tiene su anécdota: se dice que, por eliminar hasta el último gramo de lastre en su peso, antes de rodar por el velódromo, le recortaron los cordones de sus zapatillas deportivas. 

A partir de ese momento la pista pasó a un lugar secundario, así como el récord de la hora del que dijo que no lo volvería a afrontar más, como desgraciadamente se cumpliría, para centrarse en la carretera, aunque fuese apenas un par de años. Debutaría en el Tour de Francia de 1959 con un cuarto puesto que supo a muy poco por las rivalidades dentro del equipo galo, por esa cuestión de galones con Anquetil, que permitieron el triunfo de Bahamontes, y obtendría por tercera y última vez el ‘arco iris’ en persecución.

(*) La suerte del ‘Hombre de las Carcajadas’, como se le llamaba por su alegre carácter, aunque algunas veces pareciera algo arrogante, cambió ese 10 de julio de 1960 en ese col del Perjuret que poco más ha aportado al ciclismo que acabar con la carrera de Rivière. Como decíamos, pudo salir del hospital por su propio pie, el 22 de julio, pero la rehabilitación posterior apenas le sirvió para volver a caminar con un fuerte déficit motor y sensorial en sus piernas.

Intentó reciclarse en varios negocios de restauración y ocio, pero todos ellos acabaron en la quiebra, Además, se hizo adicto al palfium, un potente analgésico opioide sintético al que se habituó por los dolores, y que en definitiva le causó un cáncer de laringe que terminó con su vida a los 40 años.

Todo ello se cuenta en un libro ‘Tragedie Du Parjure - La Véridique Histoire De Roger Rivière’, haciendo un juego de palabras entre Parjure -perjurio- y el col donde se truncó su carrera, ya que algunos sostienen que su adicción era anterior y que pudo influir en el accidente que sufrió. De momento, centrémonos en esos días de septiembre de 1957 y 1958 en los que fue el rey de la hora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario