Mis mejores momentos en pista (II): Un invierno mágico para Pervis

Nunca tuvo el carisma de sus coetáneos Gregory Baugé o Kevin Sireau, ni mucho menos el de los reyes de la velocidad francesa que le precedieron unos años antes, Frederic Magné, Arnaud Tournant, Laurent Gané o Florian Rousseau. Con éste, incluso, mantuvo bastantes discrepancias cuando pasó a ser seleccionador francés. Tampoco guarda una relación especialmente estrecha con sus compañeros en el equipo nacional. Siempre fue un poco por libre, por lo que su inclusión en el equipo de velocidad ocurrió en momentos puntuales –causa, por ejemplo, de su ausencia en Londres 2012- o como sucede ahora, la única opción que tiene para estar en Tokio 2020. Pero esa es otra historia.

Sin embargo, François Pervis ha sido el autor de una de las mayores gestas de la historia en el ciclismo en pista, incluso en el deporte considerado globalmente. Claro que el valor de nuestra disciplina en términos relativos es muy inferior a otros deportes. Por ello sólo sería tercero en la clasificación del Velo d’Or francés, detrás de Jean-Cristophe Peraud –aquel año de 2014, segundo en el Tour- y de Pauline Ferrand-Prevot –doble campeona del mundo de BTT y carretera-. No le sentó nada bien a Pervis ese ‘bronce’, puesto que él había logrado en ese invierno mágico y perfecto de 2013-2014 dos records del mundo estratosféricos y tres ‘arco iris’ en otras tantas pruebas de velocidad.

También logró, ni que decir tiene, un lugar de privilegio en mi corazón pistero, y por ello me es obligado escribir esta segunda entrega de ‘Mis mejores momentos’, aun sabiendo que no se trata de una sola acción, sino de esa secuencia que comenzó en el mes de diciembre de 2013 en Aguascalientes y remató en marzo de 2014 en Cali.

Sobradamente conocido y apreciado por su rapidez, debido a su altitud de 1.800 metros, la manga de la Copa del Mundo 2013-14 que se celebraba en el velódromo hidrocálido fue apuntada en rojo en el calendario de numerosos pistards, por la oportunidad que significaba para batir algún record del mundo. Y hasta seis se batieron en aquella ocasión más las que fueron provisionales.

Entre esas marcas, me quedo lógicamente con los dos logradas por Pervis, porque se habría preparado meticulosamente, mejor dicho “como un perro y un miserable”, para batir estas dos plusmarcas. “A fuerza de perseverancia se llega”, tuiteaba el galo, que lograba una merecida recompensa a doce años de sacrificios.

En su momento escribí –y sigo con la duda- de no saber cuál de las dos marcas era más valiosa. Si los 9.347 de los 200 metros –dos décimas menos que el anterior registro, precisamente de su compatriota Sireau-, o los 56.303 del kilómetro, que terminaban –y por dos segundos y medio, nada más y nada menos- con la mítica marca lograda por Tournant en su agónica tentativa en La Paz, en 2001, cuando se convirtió en el primer hombre en bajar del minuto en esa distancia.

En todo caso este segundo registro fue mucho más ‘disputado’ ya que en un torneo en el que se superó hasta cuatro veces la antigua plusmarca, el alemán Max Levy establecía 57.949. A Pervis le entró la duda de si montar un desarrollo mayor o seguir con el plan previsto. Fue esto lo que hizo y le salió bien, aunque después manifestaría de que hubiera podido mover ese mayor desarrollo y haber establecido una marca aún mejor. “Así guardo un margen de progresión para una próxima ocasión”.


No la ha habido ni para él, ni para ningún otro, aunque
Pervis tenía otro momento dorado, triplemente dorado, en esa misma temporada invernal, que terminaba con el galo besando la madera del ‘Alcides Nieto Patiño’ tras terminar la velocidad, su última prueba… como supongo que besó –o debió haber besado- la de Aguascalientes. El francés había anunciado que su objetivo era lograr tres medallas en las tres pruebas individuales- en las que iba a competir. Pero no imaginaba que esas tres preseas iban a ser de oro, lo que nunca había hecho un velocista hasta la fecha, ni después.

Tras ver a sus compañeros Baugé, Sireau y D’Almeida lograr el bronce en la velocidad por equipos, su primer oro llegaba en el keirin, batiendo en la final a Fabian Puerta, Mathijs Buchli –ambos en el podio-, Joachim Eilers, Jason Kenny y Max Levy.

El viernes fue el turno del kilómetro, donde también marcaba un tiempazo (59.385), por delante nuevamente de Eilers y de Simon Van Velthooven. Y ya el sábado y el domingo un torneo perfecto de velocidad, que comenzaba con la mejor marca en los 200 (otro gran registro, de 9.742), para ir superando al polaco Kamil Kuczynski, a nuestro Juan Peralta, al británico Kenny, al ruso Dennis Dmitriev y al alemán Stefan Botticher…sin ceder ni un solo enfrentamiento. Dicen que, algunos meses después le puso Cali de nombre a su hija por esta gesta, aunque no he podido comprobarlo.

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