Dos injusticias que influyen para determinar la selección en los JJ.PP.

Aunque fue tras la disputa del Mundial de Cascaes cuando la UCI las ha hecho públicas, no han tenido nada que ver los resultados de este evento para la adjudicación de las cuotas de paraciclismo por país de cara a los Juegos de Tokio, ya que se cerró algunas semanas antes, tras la celebración de las dos mangas de la Copa del Mundo.

Un ranking bastante complicado de explicar, que combina resultados de carretera y de pista, y en el que España ha ocupado la primera posición masculina -segunda en carretera tras Italia, y en pista, tras Gran Bretaña- lo que le permitirá tener el máximo de plazas posibles, diez, frente a las ocho de Estados Unidos, Italia o Gran Bretaña, para un total de 145 plazas adjudicadas -de 45 países- más otras cinco que se determinarán por invitación, tras la decisión de la Comisión Bipartita -Comité Paralímpico Internacional y UCI-, que en este caso se adjudican a paraciclistas concretos y no a países.

En el caso de las féminas, 75 plazas, con cuotas máximas para Gran Bretaña y Estados Unidos, con seis, y España no estará entre los 26 países representados, salvo que obtenga alguna de las cinco invitaciones.

Establecidas las cuotas, cada país determina los ciclistas que cubrirán esas plazas, tarea que siempre es difícil y muchas veces ingrata, sobre todo en países como España, que, a pesar de tener el máximo posible, tiene bastantes más aspirantes que esos diez ‘huecos’.

Pero en la decisión del seleccionador -de Félix García Casas, pero también de cualquiera de los técnicos implicados- pesan dos circunstancias que le dan un tinte de injusticia a los Juegos Paralímpicos.

De la primera de ellas ya hemos hablado: la factorización. Y es que el número de títulos paralímpicos es bastante más reducido que los que se adjudican en Mundiales, al combinarse en una sola competición varias categorías. Ya hemos hablado de que en el kilómetro compiten juntos C1-C2-C3 o C4-C5, ‘corrigiéndose’ los tiempos mediante la aplicación de un factor que penaliza a las clases con menos discapacidad. Por ejemplo, el tiempo en el kilómetro de Alfonso Cabello sería el mismo que el que marcase, pero el de los C4 se recudiría a un 99,12% de lo marcado. De hecho, la UCI publica una tabla explicativa con distintos tiempos traducidos, y que cualquiera interesado en esta factorización, que algunas veces es favorable y otras desfavorable, pero siempre injusta, puede consultarla en este enlace.

Una factorización que también se aplica a los triciclos o a los handbikes femeninos -no a los masculinos- en las competiciones contrarreloj… aunque es más grave en determinadas pruebas en línea donde varias categorías compiten juntas, por una sola medalla, y sin ningún factor corrector, por lo que lógicamente están lastradas las de mayor discapacidad.

El segundo elemento es que la participación es combinada, con una sola lista para carretera y pista. Un paraciclista elegido puede intervenir en ambas disciplinas y posiblemente algunos tengan posibilidades en los dos escenarios. Sin embargo, no es así en muchos casos. Primero, porque triciclos y handbikes solo pueden competir en ruta. Y segundo, porque aquellos paraciclistas -tandems y bicicletas- especializados en pruebas cortas, como el kilómetro o incluso la velocidad por equipo- si compiten en carretera será exclusivamente para cubrir el expediente.

Dicho de otra forma, elegir a un corredor no depende sólo de su potencial en su discapacidad, sino el de rivales de otras categorías a los que no se enfrentan nada más que un solo día en cuatro años. Y además, la apuesta por un determinado tipo de ciclista puede recortar sensiblemente no sólo las posibilidades, sino también la presencia en otras disciplinas.

Creo que el sistema merece una profunda reflexión de cara a París 2024.

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