Así se forman y funcionan las líneas, alma deportiva del keirin japonés


Si las apuestas son la justificación última del keirin en Japón -eso que hace que muchos no lo consideren realmente un deporte-, las líneas son el alma de esta disciplina precisamente desde su vertiente ciclista, algo que no tiene parangón en la variante internacional de esta competición y que muchas veces es complicado de entender para los que no estamos demasiado puestos en el keirin nipón. Y al revés, conociendo lo que son las líneas, cómo se forman y cómo funcionan, es mucho más fácil comprender el desarrollo de cualquier competición.

Y es que los nueve participantes en cualquier carrera se agrupan formando líneas, de dos, tres o cuatro corredores, con lo que se maximiza su rendimiento y aumentan sus opciones de victoria. Su origen está en los años ochenta del pasado siglo, cuando los pilotos se agruparon en categorías, con el fin de ganar en competitividad. Por aquel entonces se creó la ‘flower line’, una colaboración de ciclistas de Kanto para luchar contra el dominio que ejercía Koichi Nakano, con unas tácticas que al principio estaba prohibidas al considerarse una forma de alterar la ‘pureza’ de la competición, pero que se tuvieron que tolerar porque contribuyeron a abrir los pronósticos, algo que no existe en otras actividades con apuestas como las carreras de caballos o de lanchas.

Para comprender las líneas, lo primero que hay que conocer son las divisiones regionales, lo que fomenta la colaboración entre ciclistas de las mismas prefecturas, y que en gran medida se corresponden con el mapa adjunto. Son corredores que se conocen bien en cuanto a su rendimiento y hábitos, y que pueden apoyarse mutuamente en su trabajo.

Pero también hay líneas formadas por corredores que son de la misma promoción, es decir, que han sido compañeros durante casi un año en la Escuela de Keirin y que también pueden aprovechar ese conocimiento mutuo.

En principio, las líneas se adaptan a la estrategia de la carrera. El primer ciclista se ‘come el viento’ -los velódromos japoneses, no lo olvidemos, son al aire libre- y hace un esfuerzo en pro de sus compañeros, sacrificando muchas veces sus opciones, aunque esa primera posición a veces permite tener una visión mucho más clara y una mayor capacidad de improvisación. En un país donde se respeta tanto la jerarquía por edades, no es difícil entender por qué los más jóvenes suelen desempeñar esta función más sacrificada, sabedores de que ya llegará su momento en una carrera profesional que dura en muchos casos varias décadas. Pero también es frecuente que corredores en sus últimos años como profesionales sean los que realicen esta función. También hay que tener en cuenta que la línea, con sus movimientos, y con una gran importancia del segundo piloto, se encarga de bloquear el avance de sus rivales, de cara al desenlace de la prueba, donde ya juegan las opciones de cada uno. En cuanto al tercero, podríamos pensar que es el ‘líder’, pero muchas veces también tiene que lidiar con otras líneas: y es que pasar a un trío es más complicado que pasar a un solo corredor.

Igualmente hay que tener en cuenta las características de cada corredor. Según el sistema de apuestas japonés, cada piloto debe hacer pública su táctica, la forma en la que aspira a llevarse la victoria. Y si gana de otra forma distinta, pierde toda la credibilidad. Básicamente hay tres formas: el ataque lejano, de 400 a 800 metros, que se conoce como 'senko'; el ataque a unos 200-300 metros, o 'makuri', y finalmente el de los últimos 150 metros, llamado ‘oikimi’. También esto influye a la hora de buscar la posición en la línea.

Y aunque decíamos que la línea es un factor fundamentalmente deportivo, la composición de las mismas es fundamental a la hora de realizar las apuestas. Claro que los expertos japoneses se fijan en otros muchos aspectos, desde el estado de forma, hasta la circunferencia de los muslos, el signo zodiacal o los grupos sanguíneos. Ya volveremos con este particular elemento, en lo que es la idiosincracia del keirin como espectáculo.

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