Con ocasión del reciente 125 aniversario de la UCI, el máximo organismo ciclista mundial publicaba una serie de reportajes sobre su historia. Uno de los más curiosos -y a la vez paradójicos- estaba dedicado al ciclismo en los Juegos Olímpicos, recogiendo aquella primera edición olímpica en Atenas 1896, cuyas pruebas ciclistas se celebraron entre el 5 y el 15 de abril, acompañado por un documento histórico, el ‘Programa y Reglamento de carreras velocipédicas’.
Sin embargo, hay una serie de elementos que han perdurado
hasta nuestros días. Por ejemplo, a nivel arbitral, aparte del propio
Jurado, se habla ya del starter, que daba la salida con el clásico
pistoletazo, del juez de llegada y de dos cronometradores, aunque en
otro apartado se mencionan tres para garantizar una mayor exactitud. Igualmente
se señalan cinco comisarios especiales con funciones tan ‘actuales’ como
llamar a los corredores y hacerlos salir -una función equiparable a la de
jefe de pista en la actualidad- un encargado del tablón de los resultados
-vamos, un secretario-, un cuentavueltas que además hacía sonar la campana
en la última vuelta, y dos comisarios en cada curva “que comprueban que
todo funciona correctamente”.
La exigencia de que la ‘pelouse’ esté completamente vacía
salvo las personas con funciones oficiales y debidamente acreditadas, el
sorteo para determinar los puestos de salida, los adelantamientos siempre por
la derecha y la posibilidad de eliminar a los corredores que pierdan varias
vueltas son otros aspectos reglamentarios que han permanecido hasta nuestros
días, si bien aquel reglamento apenas tenía 14 páginas, por las 129
específicas sobre nuestra disciplina que tiene el actual.
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