Una historia -desgraciadamente breve- de los Seis Días en España (y 7): De la edición de las caídas a la del adiós definitivo, ambas en 1986

A pesar de que la edición de 1983 supuso una leve recuperación en la asistencia de público, incluso con la presencia de las cámaras de televisión ofreciendo una hora diaria -algo más debido a Unipublic que al propio concepto de la competición-, estaba claro que la presencia de aficionados era algo que preocupaba especialmente a los organizadores, aunque el propio Eduardo ‘Tito’ Franco reconocía en 1986 que la carrera no era deficitaria.

Fignon fue protagonista hasta su caída y abandono

Pero este sería el último año, tras un parón en 1984, y además con dos ediciones, aunque realmente la primera, celebrada del 3 al 8 de enero, correspondía a la temporada anterior. Y estaba claro que Unipublic quería hacer la competición atractiva, ya que apostaron por un Laurent Fignon que necesitaba recuperarse física y anímicamente de esa tendinitis que, a la postre, terminaría cortando su carrera. Además, llegaba acompañado de un especialista como Alain Bondue. Otras dos ciclistas, con tanto nombre como experiencia, caso de Gerrie Knetemann y Jean-Luc Vandenbroucke, eran emparejados con los españoles José Luis Navarro, vigente campeón de España de carretera, y Avelino Perea, que ya sabía lo que era ganar en el Palacio de los Deportes, en una nómina que también tenía una pareja pura foránea de especialistas, los italianos Bruno Vicino-Pierangelo Bincoletto, pero también algunos nacionales ‘interesantes’ como Jesús Cruz Martín, con Robert Dill-Bundi, o Noel De Jonckheere con Alfonso Gutiérrez, o Jaume Vilamajó-Antxón Lekuona y Modesto Urrutibeazkoa-Juan Hortelano, así como ruteros como Pepe Recio o Iñaki Gastón.

Pero si echamos un vistazo a la lista de inscritos y a la clasificación final nos muestra una clara diferencia debido a los numerosos abandonos por caídas. Y entre ellos el del propio Fignon, que estuvo muy metido en batalla los dos primeros días, en los que el neerlandés Peter Pieters y el liechtensteiniano Sigmund Hermann ocuparon el liderato. Fue una caída ‘tonta’ cuando perdió el equilibrio al saludar al público tras ganar una serie de persecución, pero que se saldaba con una fractura de clavícula diciendo adiós a Madrid. De Jonckheere, Frederic Vichot, Cruz Martín o Hermann tampoco terminarían la prueba.

De esta forma, la dupla recompuesta con Pieters y Bondue se colocaba como líder el cuarto día, aunque muy amenazada por Knetemann-Navarro, los favoritos del público, que se mostraron muy sólidos y compenetrados, para dar la vuelta en la última sesión e imponerse con una vuelta de ventaja a Vicino-Bincoletto y con dos a Pieters-Bondue, que fueron los que más puntos totalizaron.

Indurain-Clark, una atractiva pareja pero que no funcionó
Seis Días de Valladolid o Salamanca

Y a vueltas con el público, unas 3.000 personas vieron el triunfo de la dupla madrileño-neerlandesa, en un evento que alcanzó el pico máximo es espectadores con 10.000, el Día de Reyes. ¿Insuficiente? Para Franco, si. “Quizás el problema sea que en una gran ciudad la gente está saturada de acontecimientos. Pienso que silo lleváramos a capitales de provincia como Valladolid, Salamanca u otras tendríamos mucho mayor éxito de público”. Pero claro, en estas poblaciones no había velódromos.

El otro Franco, Enrique, diría un año más tarde que se estudió incluso cambiar el formato, a Seis Horas o 24 Horas, pero la Comunidad de Madrid no estaba por la labor y pensaba que la baja asistencia se debía a las fechas navideñas, por lo que la siguiente edición se colocó entre el 30 de octubre y el 4 de noviembre, sin que se produjese la reacción popular, ya que ningún día se superaron los 4.000 espectadores en un recinto que podía albergar más de 15.000.

En esta última edición, no hubo una gran estrella internacional de la ruta, a excepción de Charlie Mottet, que tampoco era una súper figura. Unipublic apostó por dos especialistas de renombre internacional como Rene Pijnen y Danny Clark, a los que acompañó de dos estrellas nacionales, una pujante y con gran experiencia en los velódromos como Pello Ruiz Cabestany, y otra emergente como Miguel Indurain, aunque la dupla navarro-australiana no pasó del décimo puesto final, más que por la inexperiencia del futuro pentaganador del Tour por enfermedad de su compañero.

La participación se completaba con parejas ‘resultonas’ como Stan Tourné-Etienne De Wilde, el ganador del pasado año, Knetemann junto a Recio o el danés Hans-Henrik Oersted junto a Casimiro Moreda… sin olvidarnos de los hermanos liechtensteinianos Sigmund y Roman Hermann. El primero de ellos no salió muy contento de la edición anterior, en la que tuvo que abandonar por lo que él calificaba el mal gesto de un rival, por lo que esta vez se presentaba en Madrid con su hermano mayor, un notable especialista en este tipo de pruebas -aunque también conocido como 'El amigo de las damas' en los velódromos centroeuropeos-, dispuestos a todo, como así sería. Pero no adelantemos acontecimientos.

No obstante, Pijnen quería demostrar que sus ochenta victorias en este tipo de pruebas, en ese momento, aunque ya tuviera 40 años, no eran casualidad. Y por supuesto reeditar la lograda en este mismo escenario tres años antes. Y bien secundado por Cabestany se hacían con el primer liderato… hasta que perdieron protagonismo por culpa de una colitis que afectó a varias parejas. Ello fue aprovechado por la dupla de hermanos centroeuropeos tras la tercera jornada, aunque Pijnen-Cabestany pudieron recuperarse para alcanzar la primera posición el penúltimo día, aunque al final tuvieron que ceder por su peor puntuación, igualados a vueltas (103 a 176), lo mismo que Tourné y De Wilde, aunque con bastantes puntos menos, 26. Una pareja que, independientemente de sus méritos deportivos, no era ni la soñada por el público ni por la organización.

Es curioso este vídeo de la retransmisión del último día donde Enrique Franco realiza un acertado repaso y en el que se lee entre líneas el epitafio de los Seis Días de Madrid. “Madrid ya no es el Madrid nocturno de hace años”. Con ello se termina nuestra historia, aunque tendremos un epílogo con otra realidad muy parecida, más condensada, y mucho más espectacular, las Seis Horas de Euskadi, a las que dedicaremos un capítulo especial.

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