Pudieron regresar en 1980, diez años después de su última edición. Pero a última hora hubo problemas para cuadrar el presupuesto y los Seis Días de Madrid se propusieron para 1981, en concreto del 28 de octubre al 2 de noviembre, y de la mano nuevamente de Carlos Pardo, el promotor que había ideado los Seis Días de Barcelona, de tan escasa duración, la primera etapa de los de Madrid, que fueron un importante integrante de la ‘noches golfas’ madrileñas.
Pero habían cambiado muchas
cosas. Pardo no estaba sólo, ya que tenía la compañía de Biel Saura como
director técnico y el apoyo de la Federación Española y de Unipublic, por
aquel entonces salvaguarda de muchas actividades ciclistas. También estaban
detrás el propio Ayuntamiento de Madrid y una firma tabaquera que hoy en día
resulta desconocida, Sombra, pero que apoyó numerosos eventos. No obstante,
lo más destacado era el formato competitivo, ya que, de las 144 horas sin
interrupción, con esa obligatoriedad de que por la noche hubiera un corredor en
pista, se pasaba a un programa más ‘humano’ y atractivo, de tres de la tarde
a tres de la noche, con una hora más en la jornada del sábado. Incluso el
público objetivo era distinto, ya que se animaba la presencia de niños,
buscando el ‘relevo generacional’ con entrada gratis si iban acompañados de
un adulto.
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Cartel de la edición de 1983 |
En la ‘parrilla de salida’ el mix
habitual, con grandes especialistas internacionales como el australiano Donald
Allan, el neerlandés Roy Schuiten, el belga Stan Tourné o los alemanes Albert
Fritz y Wilfried Peffgen, o un ilustre rutero, pero ya en su declive como Bernard
Thevenet, que, sin destacar, compitió dignamente junto a su compañero Regis
Clère. Por parte española, de las grandes figuras del entonces en auge
ciclismo nacional tan sólo aceptó Faustino Rupérez, ya que tanto José Luis
Laguía como Juan Fernández renunciaron a correr cuando vieron ‘el riesgo’
de la prueba. El veterano Miguel Mari Lasa en su despedida, el sprinter
Javier Cedena, el uruguayo Héctor Rondán o el pistard Avelino Perea también
fueron de la partida. Y procurando emparejar a expertos e inexpertos en
aras de fomentar la igualdad. Eso sí, la idea de contratar al rey Patrick
Sercu no cuajó porque el belga tampoco quiso arriesgarse a correr por la
inexperiencia de los españoles.
La prueba comenzó con el plantón
que dio la diva Sara Montiel a la hora de dar la salida, teniendo que
hacerlo un concejal madrileño. Y con la dupla Rupérez-Allan confirmando
desde el inicio en la madera su condición de favorita que tenía en el papel, aunque
el australiano estuvo a punto de no competir por llegar a España sin visado.
Como opositores presentaron su candidatura Perea y Jaume Vilamajó, los más
activos en los sprints y con el catalán muy interesado en llevarse los que
tenían como premio un Talbot. Y como ídolo del público en esta edición, el
belga Willy De Bosscher por sus shows, que incluso el cuarto día de la
competición se hacía con el liderato junto a su compatriota Tourné, y con Peffgen y Lasa muy cerca de ellos buscando la
sorpresa.
Pero Allan, que en su carrera
ganaría hasta 17 pruebas de este tipo -y todas menos dos con el mítico Danny
Clark-, tiraría de galones para suplir la inexperiencia de Rupérez e irse
hasta lo más alto del podio, con más puntos (42 a 31) pero las mismas vueltas
que Peffgen y Lasa, y con un giro de ventaja sobre De Bosscher y Tourné, a
los que la igualdad les beneficiaba por su muy superior cantidad de puntos,
134.
Aparte de lo deportivo, destacar
la escasez de público, muy por debajo de las ediciones de la década anterior.
Y es que el ambiente bohemio de aquellos primeros días distó mucho de
reproducirse en esta ‘reanudación’, y parecía pesar más que el componente
deportivo.
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Frank y Perea. Cedida AP |
Y aunque el año anterior no dejó cerrada la puerta de estar
en Madrid, Sercu no fue de la partida en 1982, en una edición disputada
entre el 16 y el 21 de noviembre, en la que estuvieron buena parte de los
grandes especialistas mundiales como el australiano Clark, el neerlandés Rene
Pijnen o el danés Gert Frank, sin que pudiera repetir el ganador del año
anterior, Allan, por una caída en los días anteriores. De esta forma, fueron
emparejados con sendos españoles, concretamente con Rupérez, Enrique
Martínez Heredia y Perea, con la esperanza de que fueran los grandes
protagonistas, como así fue.
Además, había una pareja de ruteros muy interesante, y
además con mucha experiencia, los neerlandeses Jan Raas y Leo Van Vliet, y
un sprinter como Noel de Jonckheere, que, aunque ya no corría en España,
hizo los primeros -y mejores- años de su carrera en nuestro país, con el
especialista alemán Josef Kristen como socio, sin olvidarnos nuevamente del
showman Debosscher, emparejado esta vez con el británico Maurice Burton.
Por parte española, destacar a otro pistard nato como Modesto Urrutibeazcoa o incluso
a Laguía, que finalmente se animó a competir, acompañado del más experto
Vilamajó, con una honradez reseñable: “Cómo profesional que soy debo
marchar en todos los terrenos”
A Rupérez se le vio desde el principio muy animado para
reeditar su triunfo del año anterior con todo un ‘number one’ como Clark de
compañero, aunque Perea y Frank también se mostraron muy combativos, pero
sin grandes diferencias entre las cinco primeras parejas. Sin embargo, el
contraataque vino de Heredia-Pjinen el penúltimo día, en el que se colocaron
líderes con una vuelta de ventaja.
No obstante, en la jornada final volvió esa igualdad que
se plasmó en que las cinco primeras parejas terminaron en la misma vuelta, con
triunfo de Perea-Frank, con 169 puntos -a pesar de que el vasco sufrió una caída poco antes de terminar la última americana-, por delante de Raas-Van Vliet, con
153, De Jonckheere- Kristen, con 141, Heredia-Pijnen, con 130 y Rupérez-Clark,
con 116.
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De Bosscher, 'el Payaso'. Foto: Aiheciclismo |
También regresaba Debosscher, animador de pasadas
ediciones, hasta tal punto que se le llamaba 'El Payaso' en la prensa de la época, esta vez con el suizo Patrick Moerlen, y De Jonckheere, con todo
un Daniel Gisigier como compañero, y debutaba en Madrid Joop Zoetmelk, un
gran atractivo de la prueba… por sus éxitos de carretera, junto al alemán
Günther Schumacher. Estas dos parejas cumplirían con creces y terminarían
en el podio.
Pero no adelantemos acontecimientos, ya que fue una edición
con un inicio muy movido, con cambios de líderes diarios, destacando la
combatividad de los vascos Perea-Urruti, aunque al término de la cuarta
noche Pijnen y Heredia ya hacían gala de su condición de favoritos sobre la
pista, cogiendo un liderato que mantuvieron hasta el final, ya que fueron muy superiores en los
sprints, con 132 puntos, frente a los 34 de Zoetmelk y Schumacher, la única
pareja que terminó en la misma vuelta.
Y es curioso que, a pesar de la retransmisión televisiva
diaria, la prueba recuperó la presencia de público tras dos años claramente
a la baja. Quizá fue por la presencia de Guillem Timoner, en lo que fue su controvertido
regreso a los 57 años, aunque deportivamente nadie le pudo achacar nada, ya
que mostró un buen nivel en los duelos que mantuvo con su paisano Jaume Pou. Tanto
es así que se hablaba de crear paralelamente unos ‘Seis Días del Ayer’ en 1984… precisaente en el otro año en el que la prueba madrileña desapareció del calendario. Quizá fue la
implicación de Unipublic en el Mundial de ese mismo año en Barcelona lo que supuso el paréntesis madrileño. Por
cierto, también en estos años hubo rumores de la resurrección de la prueba
barcelonesa, en un recinto portátil de 166 metros sobre el que se barajaban
varios escenarios, sin tener en cuenta el nuevo velódromo de Horta-… ni tampoco unos patrocinios que jamás se plasmarían.
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