Velódromos en España (XI): Los dos excelentes recintos que tuvo Madrid capital, uno desaparecido por el fuego y el otro por la desidia

Hubo un tiempo en que Madrid fue, al igual que muchas otras ciudades europeas, escenario de unos Seis Días todos los inviernos, concretamente en el velódromo del Palacio de Deportes. Incluso desde finales de los 90, Madrid capital contó con una segunda pista que se construyó con la pretensión de ser una de las más rápidas del mundo. Hoy en día, el primer recinto ya no existe –bueno, sigue existiendo, aunque sin la pista-, mientras que el segundo jamás llegó a utilizarse…. y terminó siendo desmantelado, aunque en algún lugar ignoto queden los restos más valiosos de aquel velódromo.

Y es que antes de afrontar el repaso a las seis pistas madrileñas actualmente existentes –como siempre decimos, en diferente estado de uso y de conservación-, es de justicia recordar estos dos escenarios: uno que fue muy importante; otro, que jamás lo sería… aunque quien sabe qué puede pasar en el futuro.

Corría el año 1952 cuando el Ayuntamiento de Madrid proyectó crear un polideportivo multiusos a imagen del que poseían numerosas capitales europeas. Y para ello eligió el solar vacío desde la demolición de la antigua plaza de toros de Madrid, en lo que hoy se conoce como plaza de Salvador Dalí. No se inauguraría hasta ocho años más tarde, con un evento multideportivo en el que intervinieron, entre otros, Guillem Timoner y Federico Martín Bahamontes.

Y es que, en aquellos tiempos, un recinto polideportivo que se preciase debía tener una pista en su interior, aunque por sus dimensiones quedase reducida a apenas 200 metros, lo suficiente para albergar esos Seis Días antes referidos, entre 1960 y 1986.

Por allí pasaron numerosos pistards, pero sobre todo ruteros que en aquella época no ponían ningún pego a competir en pista si con ello incrementaban sus ganancias anuales, por lo que en el palmarés de Madrid se incluyen nombres como el mítico Rik Van Steenbergen, Walter Goodefroot, Jan Janssen o Gerrie Knetemann y españoles como el citado Bahamontes, Miquel Poblet, Txomin Perurena, Enrique Martínez Heredia o Faustino Rupérez, sin olvidarme de uno de los mejores especialistas nacionales de todos los tiempos como Avelino Perea, que se imponía en 1982 en compañía del recientemente desaparecido Gert Frank.

Foto: Comunidad de Madrid
El ciclismo en pista convivía sin mayores problemas con otros deportes
como el baloncesto, el tenis o el boxeo e incluso con otros espectáculos como conciertos o circos, aunque bien es cierto que la suerte de los Seis Días –en los que estuve en una de las dos últimas ediciones, no recuerdo exactamente cuál- estuvo marcada por esas coincidencias. Pero, además, en los años sesenta, acogió una escuela de ciclismo por la que pasaron buena parte de los jóvenes corredores madrileños, en una época en la que el paso por la pista se consideraba no sólo un valor añadido, sino hasta casi una obligación.

Los pistards comenzaron a tener cada vez menor presencia en la programación deportiva del Palacio, pero la puntilla fue el incendio declarado en junio de 2001 cuando se estaba restaurando la cubierta y que dejó en pie solo la fachada. La reconstrucción, culminada en 2005 en el ahora llamado WiZink Center, no contempló ya la presencia de la pista de madera. Una triste decisión, y más teniendo en cuenta el estado de la segunda instalación a la que me referiré a continuación.

Galgos, ciclistas e indigentes

Más triste aún es la historia del conocido como velódromo de Carabanchel o de la Vía Carpetana, un proyecto concebido por Agustín Rodríguez Sahagún cuando era alcalde de Madrid en 1990, para dar vida al recinto del antiguo canódromo de la Vía Carpetana que había cerrado un año antes, después de una lenta agonía tras unos años sesenta y setenta con bastante actividad.

Un proyecto, como todos los de aquellos días de esplendor, que costó más de seis millones de euros, con un importante coste de la madera traída de Camerún, de afzelia, con el objetivo no sólo de tener una superficie resistente –es una de las que mejor aguanta a la intemperie- sino de ser una de las más rápidas del mundo como se repitió hasta la saciedad en aquellos años. Todo ello acompañado por unas gradas capaces de acoger 5.000 espectadores.

Foto: Mapio.net
Y aunque el velódromo fue terminado, jamás se llegó a utilizar. Al menos para ciclismo porque en 2004, siendo concejala de Servicios al Ciudadano una tal Ana Botella, se decidió convertirlo en un albergue municipal para acoger a los ‘homeless’ en las frías noches invernales, aunque no reuniese las mínimas condiciones para ello. Por aquella época ya eran numerosas las denuncias sobre el abandono del recinto, convertido en un estercolero, donde sobrevivían algunos indigentes que se defendían de las inclemencias invernales quemando la propia madera del Camerún o que se ganaban algunos euros comerciando con la chatarra de las instalaciones.

La supervivencia del velódromo, pese a su lamentable estado de conservación, estaba avalada por la candidatura olímpica de Madrid para los Juegos del 2012. Pero tras esa primera decepción, los proyectos siguientes ya no contemplaban la instalación permanente de Carabanchel sino una provisional junto a La Peineta. Esa fue la causa –o quizá al revés- de que en 2005 se decidiera retirar la madera y guardarla. Fue una operación laboriosa, ya que todas las piezas debieron ser numeradas, y curiosamente el encargado de dirigir el operativo fue el mismo arquitecto que proyectó el velódromo, Manuel Canalda, quien aseguraba que se había conseguido salvar más del 80% de la madera.

Actualmente el recinto está destinado a un campo de fútbol –no podía ser de otra manera- del club Puerta Bonita y la madera, dicen, está en algún almacén municipal dispuesta para ser utilizada en algún otro recinto futuro, una vez despiertos del irrealizable sueño olímpico madrileño, aunque la verdad es que no son muchos los que saben dónde se encuentra guardada esa joya tan valiosa que llegó del Camerún, y que jamás vio ciclistas rodar sobre ella, al menos en competición oficial, ya que los ciclistas de la selecciones concentrados en la Blume sí tuvieron la oportunidad ratificando esa condición de pista rapidísima.

Y terminó, lanzando una pregunta al aire: Con tanta carencia de pistas de nivel en España, ¿no podía ser aprovechada en algún otro recinto, aunque no fuera en Madrid? Ahí lo dejo.

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