Historia de la pista en los Juegos Olímpicos (VII): Homenaje en Amberes a los caídos, con una organización notable aunque austera

Nueva entrega, la séptima, sobre la historia del ciclismo en pista para dar a conocer la importancia de nuestro deporte en el olimpismo y, sobre todo, para recordar a los grandes protagonistas en los velódromos que han acogido las distintas ediciones de los JJOO, en esta ocasión tras el paréntesis ocasionado por la I Guerra Mundial. Y para seguir entreteniéndonos en estos días de confinamiento.

Peeters. (Fotonummer SFA001004960),
Public Domain, 
Como una forma de honrar a los fallecidos en la contienda bélica, y a la destrucción que sufrió por este motivo Bélgica, se eligió a la ciudad de Amberes como sede de los Juegos Olímpicos de 1920, que contaron con la presencia de 29 países -entre los que se prohibió estar a Alemania, Austria o Hungría- y 2.626 atletas, que por primera vez realizaron el juramento olímpico y se determinó su participación a través de los Comités Olímpicos de cada país. Igualmente se exhibió por primera vez la bandera olímpica, creada por el propio Barón de Coubertin en 1913, y que no pudo ondear en la frustrada edición de Berlín’16. Por otro lado, se redujo su duración a apenas tres semanas, del 20 de agosto al 12 de septiembre. Unos Juegos austeros, en un país asolado, pero muy bien organizados.

En el caso del ciclismo, fueron 103 corredores de 14 naciones diferentes para las dos pruebas de carretera y las cuatro de pista, que se disputaron en el velódromo de Amberes Zuremborg, también llamado Garden City por las revistas inglesas de la época, de 400 metros de cuerda y un aforo espectacular de 14.000 espectadores pero con una pobrísima asistencia, quizá por cobrar la entrada.

El programa recuperaba en gran parte el formato de Londres 1908, y sentaba las bases para las ediciones venideras: velocidad, persecución por equipos, tándem y 50 kilómetros.

La cuarteta italiana. Foto: Olympic.org
A nivel de competición, muchas dudas previas por la falta de competiciones en los años precedentes, y ningún gran triunfador. Maurice Peeters, nacido en la ciudad pero de nacionalidad neerlandesa, se impuso a los 34 años en la final de velocidad a los dos representantes británicos, Thomas Johnson y Harry Ryan, aunque éste, en compañía de Thomas Lance daba el triunfo a Gran Bretaña en el tándem. La persecución por equipos, ya fijada en los 4.000 metros, se iba para Italia en las personas de Franco Giorgetti, Pietro Martinelli, Primo Magnani y Luigi Gilardi. Finalmente, los 50 kilómetros fueron para el belga Henry George, herido y condecorado en la contienda.

Dos incidentes marcaron el desenlace de dos pruebas. Por un lado, la polémica en la final de persecución cuando un corredor descolgado de Gran Bretaña se ‘abrió’ para dejar pasar al equipo italiano, quien también subió para adelantarle, por lo que resultaron obstaculizados, aunque la reclamación transalpina les llevaría al triunfo. Por otro lado, la caída de Thomas Harvey cuando lideraba la prueba y preparaba el sprint, al chocar su rueda trasera con la delantera de George. No pudo evitarla tampoco el que sería segundo, el británico Cyril Alden, que tendría ‘la suerte’ de salir despedido hacia la línea de llegada, dándose como válida su ‘volata’.



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