Scott McGregory-Brett Aitken: el recuerdo del primer oro olímpico en madison precedido por sus respectivas tragedias familiares

La recuperación de la madison en el programa olímpico será una de las grandes noticias en Tokio. Una prueba con una gran tradición en los velódromos, pero que solamente estuvo presente en tres ediciones: desde 2000 hasta 2008. Precisamente de los primeros vencedores, los australianos Scott McGregory y Brett Aitken, con una trágica historia referida a sus hijos detrás de ellos, nos recuerda su historia hoy el Comité Olímpico Australiano.

Gregory contaba 31 años en el momento de celebrarse los Juegos de Sidney. Ya había obtenido el bronce con la cuarteta de persecución en Seul, doce años antes, para pasar a competir en carretera. Aitken, dos años más joven, era uno de los clásicos de la cuarteta australiana, con la que logró la plata en Barcelona’92 y el bronce en Atlanta’96, sin haber tenido nunca un desempeño digno de mención en la ruta.

Los dos, sin embargo, solían competir bastante -aunque casi siempre por separado- en pruebas de madison del circuito internacional, por lo que cuando se conoció que la americana iba a formar parte del programa olímpico estaba claro que ambos compondrían la dupla australiana en Sydney.

Su estreno juntos fue en el Mundial de 1999, que no fue demasiado afortunado, ya que una caída de Aitken obligó a McGregory a afrontar en solitario los últimos diez kilómetros, salvando ‘in extremis’ la clasificación olímpica para sus Juegos, con una decimotercera posición.

La verdadera tragedia llegaría en ese mismo 2000 en sus vidas personales, ya que pocos meses antes de los Juegos se confirmaba el diagnóstico del Síndrome de Rett -un trastorno neurológico infantil que afecta al crecimiento- para la hija de Aitken, mientras que el hijo de cuatro meses de McGregory -nacido tras un difícil embarazo y con una afección cardiaca congénita- no pudo superar una operación de urgencia por su estado, con apenas cuatro meses.

Lógicamente, pensar en los Juegos Olímpicos a diez semanas vista parecía un sinsentido, pero la fuerza de sus familias, y el apoyo mutuo en sus desgracias, posibilitó ese oro en el velódromo Dunc Grey, sin necesidad de tener que esprintar en la última vuelta, en la que dieron rienda suelta a su emoción, dedicando lógicamente sus triunfos a sus hijos.

Puedes leer la historia completa (en inglés)

Foto: Facebook Brett Aitken

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