Enero, el mes del rey de los records de la hora, Francesco Moser, el hombre que abrió la puerta a la tecnología en el mundo del ciclismo

Con 32 años y medio, en enero de 1984 parecía que la carrera de Francesco Moser estaba en su recta final. En su palmarés figuraban tres París-Roubaix, consecutivas, dos Giros de Lombardía, una Flecha Valona, y un Campeonato del Mundo. Sin embargo, en ese año conseguiría alguna de sus mayores hazañas, como anotarse su única Milán-San Remo, ganar un Giro de Italia para el que no parecía especialmente dotado con su 1,80… y conseguir el récord de la hora, batiendo una plusmarca mítica de Eddy Merckx que tenía ya doce años y que no parecía al alcance de nadie (49,431).

En estos días celebramos ese 37 aniversario de su gesta, y por partida doble: el 19 de enero la batía por primera vez, superando ampliamente la barrera de los 50 kilómetros (50,808). Cuatro días más tarde volvía a intentarlo, para dejarlo en 51,151.

Nadie podía dudar la calidad de rodador de Moser. En aquellos tiempos no existía el Mundial contrarreloj, pero sus triunfos en esta disciplina fueron numerosos. Y en pista, había conseguido dos medallas en sendos Mundiales de persecución, como profesional, cinco títulos nacionales y hasta 16 triunfos en pruebas de Seis Días. Estaba claro que, si había alguien capaz de afrontar el record de la hora de Merckx, este era el trentino. Pero el Canibal siempre dijo que esta prueba fue lo más duro que jamás había vivido en el ciclismo. Y si encima lo logró amparado en la altitud de México, la tarea se presentaba harto complicada, aunque el apoyo -moral y material- de Paolo Sorbini, el fundador de Enervit, fue lo que le convenció de que tenía que afrontarlo.

Moser tuvo claro desde el principio que México tenía que ser el escenario de su tentativa si quería tener éxito. Pero a diferencia del belga, se presentó un mes antes para que la adaptación fuese completa… y con un total seguimiento médico deportivo detrás de él. Y esa fue su gran aportación: echar mano de la tecnología para su intentona, tanto en esos aspectos como en el material, trabajando los meses anteriores en el túnel del viento para lograr la postura más aerodinámica posible.

En lo que se refiere bicicleta, se diseñó un cuadro inclinado, con una rueda delantera más pequeña, lo que le conducía a esa postura -aunque el manillar de triatlón tardaría cinco años en llegar al ciclismo-. Tanto o más importantes fueron las ruedas lenticulares que complementaban ese objetivo de ofrecer la mínima resistencia. Unas ruedas que volvería a usar meses más tarde en el Giro y que -junto con otros factores que no vienen al caso-, le permitirán derrotar a Fignon en la crono final. El tejido de su buzo y el diseño del casco también iban en la misma línea.

El 19 de enero, ante un millar de espectadores, se metió en el velódromo Agustín Melgar con el fin de realizar una prueba, en una pista de cemento, a la que se aplicó una capa de una resina especial para facilitar el deslizamiento, de 333,33 metros, ligeramente húmeda y con rachas de viento. Pero la prueba fue tan positiva, batiendo en cada parcial los tiempos previstos -y los de Merckx-, que Moser siguió hasta la hora para romper los 50 kilómetros… y la marca del belga. No por ello renunció a realizar el que estaba previsto como el gran intento, el 23… y con esos 51,151 lo demostraba. El primer día había montado un 56x15, para poner un diente más en el plato en su segundo récord, aunque incluso pensó en un desarrollo más duro, 53x14. Por cierto, dicen que a Merckx no le hizo ninguna gracia que fuera el trentino quien batiera su plusmarca, en un intento que tuvo un coste de dos millones de dólares y en el que participaron directamente más de 30 personas.

Nuevamente en enero, pero de 1994, es decir con diez años más -42- y cuando ya llevaba varias temporadas retirado, Moser volvió a intentarlo en México. Con bastantes tecnológicos, con una postura forzadísima casi irreal, y con un desarrollo monstruoso de 63x15 cubría una distancia de 51,840, batiendo su anterior plusmarca, aunque en aquellos tiempos ya no era record del mundo, pero sí la segunda mejor marca de todos los tiempos: Boardman lo había logrado el mes de julio anterior (52,270), superando la lograda seis días antes por Graeme Obree, ambos a nivel del mar.

Había comenzado una nueva era en la lucha por el record, con la pugna entre los dos británicos y sus posturas -huevo y superman- poco naturales, en un enfrentamiento al que se sumarían Miguel Indurain y Toni Rominger, en una batalla por el record que serviría para llevarlo a los 56,375… antes de que la UCI decidiera ‘anular’ todas estas marcas apoyadas por la tecnología, dejándolas como ‘simples’ Mejores Marcas de la Hora y reestablecer la de Merckx como record. Pero eso es otra historia.

Volviendo con Moser, recordar que también estableció una plusmarca mundial a nivel del mar, en septiembre de 1986 en el velódromo Vigorelli de Milán, aunque esta marca no tiene reconocimiento oficial por parte de la UCI, que no distingue altitudes. Entonces recorrió 48,533, batiendo la marca que poseía el danés Henrik Oersted desde el año anterior con 48,144. Y dos años después, en mayo de 1988, en las últimas pedaladas de su carrera, batía un nuevo record, esta vez en velódromo cubierto, en Stuttgart, -otra marca sin reconocimiento oficial- con una distancia de 50,464, que tenía Viatschelav Yekimov, con 49,672 desde 1986. En su vida deportiva, hizo hasta diez intentos de record de la hora, en diferentes condiciones y escenarios.

Fotos: Enervit

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