Historia de los Mundiales (VI): San Sebastián 1965, por primera vez en España, con diez ciclistas nacionales en liza y dos medallas de oro

Portada de la revista Sprint

Por primera vez en la historia, un Mundial de carretera y pista iba a tener lugar en territorio nacional, en 1965. Ya se habían disputado dos de ciclocross, en Oñate (1953) y Tolosa (1960), pero faltaba el espaldarazo en estas dos disciplinas, y Lasarte, para las pruebas de ruta que se disputaron antes, y el velódromo de San Sebastián, Anoeta, desde el 4 al 10 de septiembre fueron los escenarios de los Campeonatos de 1965. 

Y aunque muchos lo desconocen, el recien construido velódromo donostiarra era entonces un recinto descubierto, como era habitual en aquella época en los Mundiales, y no se cubrió hasta una década después, cuando fue a acoger unos nuevos Campeonatos, en 1973. Y precisamente el no estar techado supuso numerosas alteraciones en el programa a causa de la lluvia.

Un programa compuesto por las mismas nueve pruebas que en los años precedentes: velocidad y persecución para las tres categorías (profesionales, amateurs y féminas), mediofondo para las dos masculinas y la persecución por equipos para los aficionados.

Mas, en el podio donostiarra.
Foto: Patronato d'Esports Manacor

La presencia española fue bastante más amplia que lo habitual, con diez corredores pero con ninguna corredora. Y el balance no fue nada malo ya que, con dos oros, España terminaba en el tercer lugar del medallero, detrás de Italia y la Unión Soviética, gracias a sus mediofondistas. Guillem Timoner lograba su sexto y último título, tras haberse impuesto fácilmente en las eliminatorias. Los otros dos españoles tenían que acudir a las repescas, donde Pedro Gomila ganaba la suya, accediendo a la final, y José Escalas quedaba segundo y no lograba el pase. El de Felanitx tuvo una actuación más conservadora que en otras ocasiones sin atacar desde el principio, pero controlando muy bien y doblando a todos sus rivales salvo los que le acompañaron en el podio, el belga Romain Deloof y el neerlandés Jaap Oudkerk. Cuarto terminaba Gomila, conducido por el mítico Toni Mora.

Por otro, su delfín Miguel Mas se llevaba el arco iris  amateur, después de haber sido atropellado por un coche tres días antes. Como su maestro, ganaba su serie y la final, donde sacó casi una vuelta al belga Etienne Vandervieren y al menos una al resto de participantes, con el francés Alian Marechal como bronce. En dicha final no pudo estar el otro español, Faustino Vicente, sexto en su serie y tercero en la repesca.

Italia lograba sus dos títulos en profesionales: en velocidad con Giuseppe Berghetto que lograba el primero de sus tres oros, por delante del increíble Patrick Sercu, debutante tras su oro olímpico en Tokio. El bronce era para el australiano Ron Baensch por forfait del mítico italiano Antonio Maspes después de una polémica y accidentada semifinal contra el belga.

Imagen de Anoeta descubierto. Foto. Blogs Diario Vasco

Y en persecución, con Leandro Faggin que sumaba el tercero de sus cuatro títulos en una prueba que no tuvo demasiada participación, sólo doce ciclistas. El italiano había sido campeón amateur once años antes y como pro -recordemos, sobre 5.000 metros- sumaría los de 1963 y 1966, aparte del de San Sebastián. El belga Ferdinand Bracke, campeón un año antes, así como en 1969, fue su rival en la final, con el alemán Dieter Kamper completando un podio que sería idéntico el año siguiente. Faggin fue precisamente el verdugo de José María Errandonea, olímpico unos meses antes, al que dobló en cuartos de final, después de haber ganado la primera serie al danés Erik Havn, algo que no logró el otro participante español, Jaime Mateu.

Phakadze. Foto. Dutch National Archives, The Hague,
Fotocollectie Algemeen Nederlands Persbureau (ANeFo)

La otra nación triunfadora en el medallero fue la Unión Soviética. La persecución por equipos fue siempre una de sus prioridades y en 1965 sumaban su segundo título en sólo cuatro años de existencia de la prueba, con Stanislav Moskvin, Sergeï Teretschenkov, Mikhaïl Kolyuschev y Leonid Vukolov, por delante de Italia y Checoslovaquia. Por su parte, en 1965 triunfaba en velocidad por primera vez un corredor del Telón de Acero, en un dominio que sería habitual en los años 70 y 80. Se trata de Omari Longinozovitch Phakadze, de origen georgiano, y que en aquella época impresionaba por su envergadura, 1,87 y 95 kilos. Eso sí, su éxito fue puntual, derrotando en la final al italiano Giordano Turrini, con el entonces emergente Daniel Morelon completando el podio. Antonio Cañellas y José Luis Errandonea -el hermano menor de José María- no pudieron superar sus series, curiosamente de tres corredores, ni continuar en el torneo ganando sus repescas.

La persecución se fue para Países Bajos en la persona de Tiemen Gromen, ganador también en 1964 y 1966… y en 1967 ya como profesional. Una prueba caracterizada por la temprana eliminación del campeón olímpico, el checoslovaco Jiri Daler, y que también tuvo presencia española, José Pau, que no pasaba de su serie clasificatoria. Para los amantes de las curiosidades, diremos que el tiempo del vencedor en la final fue de 4:57.95, superando por casi cuatro segundos al ruso Moskvin, y que como cuarto clasificado encontramos al mítico Martín ‘Cochise’ Rodríguez.

Y terminando con las féminas, la soviética Valentina Savina repetía el triunfo de 1962 en velocidad y se consolidaba como la alternativa de la mítica Galina Ermoleava, a la que superaba en la final. Para la belga Yvonne Reynders, el tercer y último de sus títulos, esta vez imponiéndose a la germanoriental Hannelore Mattig y también como anticipo a lo que sería el dominio de la Europa del este en los años siguientes. Su tiempo, 4:06.24.

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