No está muy claro si es Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos la nación que tiene un mayor protagonismo en el arranque del ciclismo, en general, y de su versión en pista, en particular, en los años finales del siglo XIX. Sin embargo, sí es evidente que hay una capital mundial, París, que a finales de 1893 contaba con 23 velódromos en la ciudad y su periferia, según cuenta Pascal Sergent en su magnífica obra ‘Le temps des vélodromes’. No hemos localizado tantos, aunque sí los suficientes para escribir esta serie en homenaje a los primeros años del ciclismo en pista, y a París.
| El histórico duelo de Buffalo Bill contra un tandem, en el velódromo del Sena, con su original suelo de 'pavé en bois'. Foto: Gallica |
La fiebre por los velódromos fue
tal que hubo famosos como Louis Trousselier, ganador del Tour de Francia
en 1905, o Edmond Jacquelin, campeón del mundo profesional de velocidad
en 1900, que se levantaron sus propios velódromos.
Pero antes de esos momentos, desde
la zona Este de la capital se había solicitado la construcción de otro
velódromo, en el ‘Bois de Vincennes’, el único que ha sobrevivido hasta
nuestros días, y del que hablaremos en la tercera entrega.
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