Italia, el renacimiento de una cuarteta histórica que aspira al podio olímpico, gracias a la total compatibilidad entre pista y carretera


Mientras que España subía a recoger el bronce en el podio de la persecución por equipos en el Mundial de Melbourne, en mayo de 2004, y unos meses después en los Juegos Olímpicos de Atenas, Italia atravesaba una profunda crisis que le había hecho desaparecer de forma radical de la vanguardia del ciclismo en pista mundial. Ganadores del ‘arco iris’ en 1996 y 1997 –sin remontarnos a años anteriores- las cuartetas transalpinas comenzaron a verse superadas por potencias emergentes, sobre todo Gran Bretaña o Australia, para pasar a tener un papel anecdótico durante los años siguientes. Todo comenzó a cambiar a partir de 2013, con una tímida presencia en el Mundial.

Viviani, símbolo de la total compatibilidad entre carretera y pista.
Foto: Federciclismo
Viene a cuento esta historia porque el pasado martes –seis años después- en el Giro d’Onore de la Federación Italiana, se hacía un balance de 78 medallas, con 13 ‘arco iris’ y 16 títulos europeos en todas las disciplinas ciclistas, pero con una importante presencia de los pistards como protagonistas Y como bien escribía Joan Seguidor, recogiendo una entrevista con Marco Villa, se señalaba la clave en la correlación que existía entre sus mejores pistards y la carretera.

Volviendo a ese Mundial de Minsk, decir que Italia presentaba una cuarteta en la que estaban Liam Bertazo y Michele Scartezzini, terminando en el puesto noveno, con un tiempo de 4:07.793. En los años siguientes fueron incorporándose a este equipo Elia Viviani, Simone Consonni, Francesco Lamon y, sobre todo Filippo Ganna, para clasificarse sin problemas para Rio 2016, donde ocupaban la sexta plaza, aunque unos meses antes, en el Mundial de Londres, habían conseguido bajar de los cuatro minutos (3:58.262).

Campeones de Europa 2018. Foto: UEC
El bloque ya estaba formado –aunque en los últimos años se ha incorporado otro excelente perseguidor individual, Davide Plebani-, y los éxitos no tardaron en llegar: medalla de bronce en el Mundial de 2017 (3:56.935) y de 2018 (3:54.206), aunque la décima plaza del pasado año fue una profunda decepción. A nivel continental, título en 2018, platas en 2017 y 2019, así como en los Juegos Europeos, y una marca de 3:51.604 este año en Apeldoorn.

No obstante, el registro más significativo se producía hace muy pocas fechas, en la Copa del Mundo de Glasgow, donde se convertían en la tercera cuarteta de la historia, tras Australia y Dinamarca, en bajar de los 3:50,con un 3:49.464 que habla a las claras de su progresión... y de su futuro.

Ganna, básico en la cuarteta. Foto: UCI
Como se puede ver, cantidad para elegir y calidad plasmada en tres ciclistas World Tour como Ganna, Viviani y Consonni, y sobre todo dos ciclistas que, pese a su enorme clase en la individual –Ganna y Plebani- no solo no desequilibran el grupo, sino que son los artífices de esta sensible mejora. Hoy por hoy –y a la espera de que ‘asomen’ naciones como Nueva Zelanda o se vea el ‘rush’ final de Gran Bretaña- Italia es una firme candidata a medalla en Tokio. Y a partir de esa cuarteta, pueden aspirar tanto al ómnium como a la madison.

Todo ello sin una gran infraestructura. Durante muchos años, Italia no tuvo un velódromo que se pueda considerar como tal –con decir que Vigorelli era lo mejor está dicho todo- y era habitual verlos entrenar en Valencia. La inauguración de Montichiari, a finales de la pasada década, supuso tener un recinto en condiciones donde entrenar, aunque en 2018 el velódromo bresciano tuvo que cerrar por culpa de un grave problema en su techo… y no ha reabierto hasta hace escasas semanas. Durante todo ese tiempo, peregrinaje a través de Europa (Grenchen, Roubaix…) o incluso en Vigorelli, sin que cambiase ni la frecuencia ni la calidad de su trabajo. No obstante, el próximo año tendrán una segunda instalación, de altísimo nivel, en Spresiano, muy cerca de Treviso, y que puede simbolizar el actual poderío de la pista italiana.


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