La campana, tradición, reglamento y curiosidades en los velódromos

Pinchar en la imagen para ver como se tañe 
la campana... en Europa
Hace algunas semanas, escribí un post sobre la primera reglamentación de ciclismo conocida, la relativa a los Juegos Olímpicos de Atenas en 1896, en la que ya se describían algunos elementos y usos arbitrales que han llegado hasta nuestros días.

Uno de los elementos a los que se hace mención es la campana. En concreto en al punto 35 en el que se indicaba que “cuando el corredor en cabeza del grupo comienza su última vuelta, es avisado por un toque de campana prolongado”. Una norma que sigue plenamente en vigor hoy en día y que se usa no sólo para avisar de esa última vuelta, sino también para indicar que en el próximo paso por meta habrá un sprint con un significado especial, bien con puntos en juego en el caso de la puntuación o la madison, bien con una eliminación en esta prueba.

La campana también tenía un segundo uso en aquella Normativa, que se reflejaba en el artículo 17: “Antes de cada carrera, sonará la campana para invitar a los corredores a prepararse en sus boxes y a acudir a la llamada de sus nombres realizada por un comisario especial que les da toda la información sobre el recorrido y tiene sus dorsales colocados en el tablón. Un segundo toque de campana anuncia que la presentación ha concluido”, y que los corredores debían salir a pista. Un uso que se ha perdido hoy en día… aunque no el de tener que insistir muchas veces para llamar a algunos corredores, que suelen esperar hasta el último momento.

Durante los últimos años el toque de campana ha sido origen de discusiones, sobre si se debía tocar solamente para el primer corredor o ampliarse a los seguidores. Afortunadamente, la UCI ya ha determinado que debe hacerse para todos los ciclistas que están involucrados en un sprint, una solución perfectamente lógica.

La reglamentación ciclista no dice cómo se debe tocar la campana o cómo debe ser la misma. En España es habitual tocar a rebato, como si no hubiera un mañana, de forma bastante continuada e insistente. En países del Norte de Europa, se tañe más pausadamente. Lo importante es que se escuche y sea identificable, y en este sentido es un sonido perfectamente distinguible. 

Por otro lado, el tamaño es importante -aunque sin ser excesiva lo que incidiría en su manejabilidad-, aunque más de una vez he visto tener que recurrir a campanillas manuales por rotura de la principal, especialmente del soporte que la sujeta o del badajo que la hace sonar.

En todo caso, la campana es un símbolo de un velódromo, del ciclismo en pista, y como prueba hemos visto que no es extraño que se regale una, como muestra la imagen de este gesto de la UEC para con el velódromo de Fiorenzuola d’Arda en ese difícil 2020. O que, en pruebas como los Seis Días de Berlín, sea con un campanazo a cargo de la máxima autoridad como se indica el comienzo de la prueba.

Por cierto, hablando de Seis Días, en Gante había dos sistemas para la campana: el tradicional para indicar la última vuelta y otro automático, grabado, para los momentos más repetitivos como pueden ser las eliminaciones. No es una idea desdeñable.

No obstante, mayor simbolismo tiene la campana en el keirin japonés, donde en los principales recintos es una auténtica joya, que se tañe con un martillo y con un ceremonial muy preciso: el primer toque se da cuando queda media vuelta para ese último giro, y los siguientes son cada vez más continuados, hasta que hay una pequeña pausa que precede al último, justo al paso por meta, que es mucho más fuerte e intenso.

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