Tal y como avanzábamos en el anterior post de esta serie, Rik Van Steenbergen y Federico Martín Bahamontes fueron los protagonistas de las siguientes tres ediciones de los Seis Días de Madrid -1963, 1964 y 1965-, plenamente consolidados como espectáculo invernal, que combinaba deporte y farándula, como explicábamos entonces. Y por supuesto, primas de todo tipo para corredores y espectadores: desde frigoríficos y televisores hasta Vespas e incluso un coche.
Pero el reclamo fue Bahamontes. Unos meses antes había
sido segundo en el Tour. Y claro, entre este aval y el hecho de su habitual
comportamiento de querer ser protagonista por encima de todos y de todo
-incluyendo lo económico-, exigió mucho a los organizadores… que se lo
dieron. Entre otras cosas, hacer pareja con Francesc Tortellá, habitual
compañero de Guillem Timoner, al que no le debió a hacer mucha gracia verse
relegado a correr con el argentino Jorge Jacinto Batiz, aunque era un gran
especialista ya conocido en Madrid como ‘Caburé’, y al final terminaron
segundos, en las mismas vueltas que los ganadores, Van Steenbergen y su
compañero Jos de Bakker.
Lleno desde el principio para ver a estas parejas,
pero también a otros corredores que ya habían brillado en Madrid como Ferdinand
Terruzzi y Leandro Faggin. No obstante, las dos duplas principales pronto
comenzaron su mano a mano y para delirio de los madrileños, los españoles se
ponían líderes la segunda noche, aunque en la cuarta recuperaban los belgas
la cabeza, para cedérsela provisionalmente a Timoner-Batiz, el penúltimo día,
en el que el mallorquín se ganó una sonora pitada por ir en contra de las
iniciativas de un Bahamontes que, pese a evidenciar inexperiencia en
algunos momentos, se comportaba como el mayor de los expertos en la batalla
general.
Pero quedaba aún lo más importante de la edición. Y es
que, en la última jornada, en un lance fortuito pero que deparó reacciones
encontradas, Bahamontes se iba al suelo… y al hospital con fractura de
clavícula. Para algunos fue una ‘jugada sucia’ del belga; para otros un simple
percance propiciado por la experiencia del tricampeón del mundo que
perjudicó al toledano; para alguno más, una muestra de la bisoñez de
Bahamontes. Sea como fuere, Van Steenbergen-De Bakker terminaban en lo
más alto, con 211 puntos, frente a los 96 de Timoner-Batiz. Tortellá era reagrupado
con Julio Sanemeterio para terminar terceros, con 176 puntos, pero a una vuelta.
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Timoner y Bahamontes no chocaron porque cada uno tenía su parcela |
Bahamontes aprendió la lección. Y dado que ese mismo
año también había terminado en el podio del Tour, en tercer lugar, mostró
sus exigencias que no eran pequeñas: correr con el mejor, con Van Steenbergen,
en una edición que se retrasó algo más de un mes -del 5 al 11 de diciembre,
y que tuvo la gran novedad de disputarse simultáneamente con los Seis Días
del Porvenir, en los que triunfador Txomin Perurena y José López Rodríguez
-aunque en principio estaba previsto que el leonés corriera con el catalán
Jordi Mariné-, que en años sucesivos serían protagonistas en la edición
absoluta.
Volviendo a la prueba principal, Timoner regresaba con
Tortellá dispuesto a plantar cara, con otras parejas como la alemana
formada por Willy Altig -que ya había cautivado el año anterior por sus ‘encantos’-
y Klaus Bugdahl, un destacado pistard que en su carrera sumaría hasta 37
triunfos en este tipo de pruebas, o el habitual Terruzzi, en esta ocasión
emparejado con el luxemburgués Lucien Gillien. Por parte española, destacar a
Juan Carlos Pérez, técnico federativo muchos años, junto a Rafa Carrasco,
el que sería histórico director de Kelme, o un especialista como Amalio Hortelano,
junto al italo-argentino Bruno Sivilotti, dos de los favoritos de los aficionados.
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Imagen tomada del libro 'La sombra del Águila', publicado en el cincuentenario de la victoria de Bahamontes en el Tour |
Como se esperaba duelo desde el principio entre Timoner-Tortella
y Bahamontes-Van Steembergen, con los baleares manteniendo el liderato
hasta el último día. La dupla hispano-belga incluso forzó un ataque en la
penúltima jornada para intentar desbancar a los líderes… cuando estos venían
de incorporarse tras una caída, algo que no les granjeó el favor del
público, aunque en la última sesión, la clase del veterano flamenco junto al
respaldo del español, les condujo al triunfo, con 318 puntos y una vuelta de ventaja
sobre los baleares, con 191, y sobre los alemanes Altig-Bugdahl, con 127.
Destacar el buen comportamiento de los jóvenes Pérez-Carrasco luchando
enconadamente por las primeras posiciones, aunque al final terminarían séptimos.
Como escribía algún tiempo después Alfredo Relaño en un interesante artículo en El País, Bahamontes dio rienda suelta a su egolatría:
“¡Eso para que digan que Fede no sabe andar en pista! ¡Fede sí sabe andar en
pista!”. También cuenta que incluso se hizo una película sobre aquella
edición, aunque no he encontrado ninguna otra referencia a la misma.
Pero el toledano no volvió a los Seis Días de Madrid.
1965 fue un año muy diferente para Bahamontes en el que su leyenda en las
montañas francesas terminó abruptamente, cediendo una minutada en los Pirineos
y diciendo adiós a la ‘grande bouclé’ por la puerta de atrás. También tuvo
problemas con la Federación para ir al Mundial y su retirada se dejaba intuir y
era algo que incluso le aconsejaban los más próximos. Los Seis Días de
Madrid -ese año nuevamente a caballo de octubre y noviembre- se intuían como su
despedida, pero no estuvo en el Palacio de los Deportes. En el libro ‘El
Águila de Toledo’, Alex Fotheringhan habla de diferentes versiones… que
coinciden en el desencuentro económico: él quería cobrar lo mismo que el año
pasado -se habla de 200.000 pesetas-, pero el organizador le ofreció menos, lo
mismo que a Timoner.
Tortella-Errandonea, Batiz-Hortelano, López Rodríguez-Perurena
y Carrasco-Gillien se encaramaron al liderato en distintos momentos de las
primeras jornadas de competición, aunque al quinto día el Emperador resucitó,
comenzó a ejercer de ‘capo’ en carrera, pasó a liderar la prueba y se llevó
finalmente la victoria, con 269 puntos, frente a los 174 de la dupla
vasco-balear y los 106 de la toledano-luxemburguesa. Pero los héroes del
público terminaron siendo los ganadores del año anterior en la prueba menor,
que estuvieron en la batalla hasta el final, pero no pudieron pasar de la
cuarta plaza por una vuelta perdida, después de recibir ataques por todos los lados,
algunos rayanos en la antideportividad: los 332 puntos sumados les habrían dado
la victoria en caso de igualdad.
No dejó muy buen sabor Van Steenbergen en su despedida de Madrid por este motivo, pero fue una gran edición, aunque no tan espectacular como la del año anterior. Habría tres ediciones más en esta década, pero ya no sería igual (continuará).
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