Una historia -desgraciadamente breve- de los Seis Días en España (4): Triplete de Van Steenbergen, y Bahamontes quiso ser protagonista

Tal y como avanzábamos en el anterior post de esta serie, Rik Van Steenbergen y Federico Martín Bahamontes fueron los protagonistas de las siguientes tres ediciones de los Seis Días de Madrid -1963, 1964 y 1965-, plenamente consolidados como espectáculo invernal, que combinaba deporte y farándula, como explicábamos entonces. Y por supuesto, primas de todo tipo para corredores y espectadores: desde frigoríficos y televisores hasta Vespas e incluso un coche.

Van Steenbergen, pese a estar ya en la recta final de su carrera -tenía ya cerca de 40 años cuando compareció por primera vez en Madrid-, era una de las grandes estrellas del momento. Quizá ahora ya se hayan olvidado sus méritos, por una simple cuestión de paso del tiempo, pero ahí están sus tres Mundiales, dos triunfos en Flandes, otros dos en Roubaix o una San Remo para uno de los corredores más rápidos de su generación, con 270 victorias en un palmarés que la pista completaba perfectamente: a esa su primera participación en Madrid llegó con casi una treintena de ‘Seis Días’ en su zurrón. Obviamente una superestrella en el Palacio de los Deportes, en una edición disputada en las mismas fechas que la anterior, 29 de octubre a 4 de noviembre

Pero el reclamo fue Bahamontes. Unos meses antes había sido segundo en el Tour. Y claro, entre este aval y el hecho de su habitual comportamiento de querer ser protagonista por encima de todos y de todo -incluyendo lo económico-, exigió mucho a los organizadores… que se lo dieron. Entre otras cosas, hacer pareja con Francesc Tortellá, habitual compañero de Guillem Timoner, al que no le debió a hacer mucha gracia verse relegado a correr con el argentino Jorge Jacinto Batiz, aunque era un gran especialista ya conocido en Madrid como ‘Caburé’, y al final terminaron segundos, en las mismas vueltas que los ganadores, Van Steenbergen y su compañero Jos de Bakker.

Lleno desde el principio para ver a estas parejas, pero también a otros corredores que ya habían brillado en Madrid como Ferdinand Terruzzi y Leandro Faggin. No obstante, las dos duplas principales pronto comenzaron su mano a mano y para delirio de los madrileños, los españoles se ponían líderes la segunda noche, aunque en la cuarta recuperaban los belgas la cabeza, para cedérsela provisionalmente a Timoner-Batiz, el penúltimo día, en el que el mallorquín se ganó una sonora pitada por ir en contra de las iniciativas de un Bahamontes que, pese a evidenciar inexperiencia en algunos momentos, se comportaba como el mayor de los expertos en la batalla general.

Pero quedaba aún lo más importante de la edición. Y es que, en la última jornada, en un lance fortuito pero que deparó reacciones encontradas, Bahamontes se iba al suelo… y al hospital con fractura de clavícula. Para algunos fue una ‘jugada sucia’ del belga; para otros un simple percance propiciado por la experiencia del tricampeón del mundo que perjudicó al toledano; para alguno más, una muestra de la bisoñez de Bahamontes. Sea como fuere, Van Steenbergen-De Bakker terminaban en lo más alto, con 211 puntos, frente a los 96 de Timoner-Batiz. Tortellá era reagrupado con Julio Sanemeterio para terminar terceros, con 176 puntos, pero a una vuelta.

Timoner y Bahamontes no chocaron porque cada uno tenía su parcela

Bahamontes aprendió la lección. Y dado que ese mismo año también había terminado en el podio del Tour, en tercer lugar, mostró sus exigencias que no eran pequeñas: correr con el mejor, con Van Steenbergen, en una edición que se retrasó algo más de un mes -del 5 al 11 de diciembre, y que tuvo la gran novedad de disputarse simultáneamente con los Seis Días del Porvenir, en los que triunfador Txomin Perurena y José López Rodríguez -aunque en principio estaba previsto que el leonés corriera con el catalán Jordi Mariné-, que en años sucesivos serían protagonistas en la edición absoluta.

Volviendo a la prueba principal, Timoner regresaba con Tortellá dispuesto a plantar cara, con otras parejas como la alemana formada por Willy Altig -que ya había cautivado el año anterior por sus ‘encantos’- y Klaus Bugdahl, un destacado pistard que en su carrera sumaría hasta 37 triunfos en este tipo de pruebas, o el habitual Terruzzi, en esta ocasión emparejado con el luxemburgués Lucien Gillien. Por parte española, destacar a Juan Carlos Pérez, técnico federativo muchos años, junto a Rafa Carrasco, el que sería histórico director de Kelme, o un especialista como Amalio Hortelano, junto al italo-argentino Bruno Sivilotti, dos de los favoritos de los aficionados.

Imagen tomada del libro 'La sombra del Águila', publicado
en el cincuentenario de la victoria de Bahamontes en el Tour

La anécdota la protagonizó Rik I porque todo el mundo se creía que no iba a llegar porque no apareció en el avión procedente de Bruselas… cuando ya estaba en la capital de España desde por la mañana ya que había llegado vía Barcelona y estaba en el hotel descansando. Un corredor que metió en vereda al toledano, obligándose a tener hábitos más saludables en carrera en cuanto a la bebida, al masaje y al descanso específico de una prueba de este tipo.

Como se esperaba duelo desde el principio entre Timoner-Tortella y Bahamontes-Van Steembergen, con los baleares manteniendo el liderato hasta el último día. La dupla hispano-belga incluso forzó un ataque en la penúltima jornada para intentar desbancar a los líderes… cuando estos venían de incorporarse tras una caída, algo que no les granjeó el favor del público, aunque en la última sesión, la clase del veterano flamenco junto al respaldo del español, les condujo al triunfo, con 318 puntos y una vuelta de ventaja sobre los baleares, con 191, y sobre los alemanes Altig-Bugdahl, con 127. Destacar el buen comportamiento de los jóvenes Pérez-Carrasco luchando enconadamente por las primeras posiciones, aunque al final terminarían séptimos.

Como escribía algún tiempo después Alfredo Relaño en un interesante artículo en El País, Bahamontes dio rienda suelta a su egolatría: “¡Eso para que digan que Fede no sabe andar en pista! ¡Fede sí sabe andar en pista!”. También cuenta que incluso se hizo una película sobre aquella edición, aunque no he encontrado ninguna otra referencia a la misma.

Pero el toledano no volvió a los Seis Días de Madrid. 1965 fue un año muy diferente para Bahamontes en el que su leyenda en las montañas francesas terminó abruptamente, cediendo una minutada en los Pirineos y diciendo adiós a la ‘grande bouclé’ por la puerta de atrás. También tuvo problemas con la Federación para ir al Mundial y su retirada se dejaba intuir y era algo que incluso le aconsejaban los más próximos. Los Seis Días de Madrid -ese año nuevamente a caballo de octubre y noviembre- se intuían como su despedida, pero no estuvo en el Palacio de los Deportes. En el libro ‘El Águila de Toledo’, Alex Fotheringhan habla de diferentes versiones… que coinciden en el desencuentro económico: él quería cobrar lo mismo que el año pasado -se habla de 200.000 pesetas-, pero el organizador le ofreció menos, lo mismo que a Timoner.

Quien sí estuvo por tercer año consecutivo fue Van Steenbergen que en aquel entonces ya había sumado 36 victorias en este tipo de pruebas haciendo pareja con Romain Deloof, subcampeón del mundo de mediofondo. Y en frente, once parejas más con unas composiciones bastante renovadas, incluso extrañas, ya que Timoner era emparejado con el joven madrileño Pérez, mientras que Tortella lo era con José María Errandonea. El toledano Carrasco pasaba a correr con el luxemburgués Gillien, y el argentino Batiz, junto a Hortelano, a la vez que se producía el debut en la prueba principal de los ganadores de la prueba del porvenir del año anterior, López Rodríguez y Perurena. Destacar la pareja italiana formada por el sprinter ‘Vanni’ Petenella, campeón olímpico un año antes, junto a Giuseppe Ogna, aunque no terminarían la competición.

Tortella-Errandonea, Batiz-Hortelano, López Rodríguez-Perurena y Carrasco-Gillien se encaramaron al liderato en distintos momentos de las primeras jornadas de competición, aunque al quinto día el Emperador resucitó, comenzó a ejercer de ‘capo’ en carrera, pasó a liderar la prueba y se llevó finalmente la victoria, con 269 puntos, frente a los 174 de la dupla vasco-balear y los 106 de la toledano-luxemburguesa. Pero los héroes del público terminaron siendo los ganadores del año anterior en la prueba menor, que estuvieron en la batalla hasta el final, pero no pudieron pasar de la cuarta plaza por una vuelta perdida, después de recibir ataques por todos los lados, algunos rayanos en la antideportividad: los 332 puntos sumados les habrían dado la victoria en caso de igualdad.

No dejó muy buen sabor Van Steenbergen en su despedida de Madrid por este motivo, pero fue una gran edición, aunque no tan espectacular como la del año anterior. Habría tres ediciones más en esta década, pero ya no sería igual (continuará).

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