Hoy se cumplen justo 25 años, un cuarto de siglo, de ese 18 de octubre de 2000 en el que la australiana Anna Millward estableció un nuevo récord de la hora, con una marca de 43,501 kilómetros, con lo que batía una plusmarca que databa de 1978, a cargo de la neerlandesa Keetie van Oosten-Hage, con 43,082 km. Al menos en la teoría de la UCI, ya que en la práctica había marcas mucho más destacadas.
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| En los Juegos Olímpicos de Sidney. Foto: Comité Olímpico Australiano |
Nacida Anna Wilson, el 26 de noviembre de 1971 en
Melbourne, era una de las ciclistas más destacadas del mundo a finales de los
años noventa, dos veces vencedora de la Copa del Mundo, y otras tantas
subcampeona del mundo. En ese 2000 acababa de competir en los Juegos
Olímpicos de Sídney, donde fue cuarta tanto en la contrarreloj como en la
prueba en línea. Solo un mes después, decidió de forma muy oportuna intentar el récord de la hora
en su país, aprovechando su momento de forma excepcional. Creo que en ese momento ya no era Anna Wilson sino Anna Millward -ya que se casó en algún momento de ese año-, pero a la
australiana le molestaba soberanamente que la siguiesen llamando con su antiguo
apellido, “aunque es una lucha cuesta arriba”.
De esta forma, se encerró el Vodafone Arena de
Melbourne, con una bicicleta Perkins de tubos Columbus de acero
y con ruedas de radio, conforme a las especificaciones técnicas
establecidas por la UCI, vestida con el maillot amarillo de la selección
australiana que había usado pocas semanas antes, logrando el objetivo con 43,501
kilómetros… e impidiendo que Longo hiciera lo que pocos meses había
conseguido Boardman: pasar de la plusmarca según las antiguas normas al récord
según las nuevas.
Pero la voraz francesa no tardó ni 18 días, el 5 de noviembre de 2000, en recuperarlo en el velódromo Agustín Melgar de Ciudad de México, por más de 1.200 metros, 44,767 km. Longo repetiría un mes más tarde, el 7 de diciembre de 2000, elevando el récord a 45,094, que sería la penúltima marca con la incongruente normativa antes de que Leontien Zijlaard-Van Moorsel lo elevase a 46,065 en 2003 y que Molly Shaffer Van Houweling lo estableciese, ya con las nuevas reglas en 46,273, hace poco más de diez años.

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