La pista no es un problema… para ellos; para el resto del ciclismo, sí

Las gradas de los velódromos españoles nunca han estado demasiado llenas.
Ahora comienzan a vaciarse también las pelousses. Foto: Román Mendoza

Para solucionar un problema, lo primero que hace falta es ser conscientes del mismo. Por eso, el ciclismo en pista no es un problema para la Española, pero no por inconsciencia, sino por una serie de decisiones plenamente conscientes tomadas en los últimos años, por una apuesta por otro modelo ‘social’ de ciclismo en el que la pista se ha convertido en algo marginal, que sobrevive por inercia, hasta que un día desaparezca por inanición. La pista, pues, no es un problema… para ellos.

Hay que remontarse a 2013 cuando entró el actual equipo federativo, con una situación económica ‘delicada’, aunque no más que en otros momentos del pasado. La diferencia es que entonces el CSD impuso como objetivo prioritario la liquidación de la deuda y la Federación lo asumió, con unas primeras decisiones que no jugaron a favor del carácter deportivo de la entidad: no hay que olvidar que ese año David Muntaner tuvo que pagarse de su bolsillo -mediante un patrocinador privado- su asistencia al Mundial, aunque esta se saldase con una medalla de plata.

Reducir gastos, aumentar ingresos

Para terminar con cualquier situación deficitaria, existen sólo dos caminos: reducir gastos y aumentar ingresos. Y este fue el doble camino que se tomó, pero con importantes repercusiones deportivas. Por un lado, la reducción se cebó con las disciplinas que más gasto originaban, como es el caso de la pista, aunque dicho coste económico no sea sino una inversión, sobre cuyos frutos no es el objeto discutir ya que están claros para todos, incluso para el ente federativo. De la misma manera, se alentaban todas aquellas modalidades que, además, supusieran una posibilidad de ingresos, fundamentalmente eventos masivos de carretera o BTT que obligasen a ‘pasar por caja’.

Una de las quedadas femeninas federativas
Foto: Movilidad Granada

Por otro lado, el aumento de ingresos se contemplaba dentro de una filosofía de ampliar la base de la pirámide federativa ciclista, de captar a todos aquellas personas y colectivos que, hasta ese momento -y por razones muy distintas que no vienen al caso- se encontraban fuera. En los últimos años hemos visto nacer proyectos como el carné ciclista, Woman in Bike, Quedadas Ciclistas o la joya de la corona, el Bike Territory, un proyecto “para reconocer a los territorios, ciudades o empresas que afrontan las demandas de la sociedad en los nuevos retos de resiliencia, sostenibilidad y digitalización mediante el fomento del ciclismo como transporte, turismo y deporte”. La idea en sí no ofrece ningún pero, todo lo contrario, y más cuando, al parecer, con todo ello se ha dado la vuelta a la situación económica.

Escasa imaginación, nula reversión

Sin embargo, los patrocinadores que han llegado se han orientado hacia este tipo de actividades o a otras acciones con más visibilidad que la pista. Y es que resulta mucho más fácil desde la actual política mercadotécnica que prima sobre lo deportivo de vender esos otros productos facilones que echarle un poco de imaginación en los velódromos, algo que no debe ser tan complicado como han demostrado Discovery y la propia UCI con la Champions League.

Que Valverde siga siendo 21 años después
el referente nacional, dice mucho del murciano y
muy poco del ciclismo español. Foto: Román Mendoza

Lo ideal sería que el beneficio económico producido revirtiera en la práctica deportiva, que es -o hasta hace poco lo era- el principal objetivo de una Federación y que se redistribuyera entre las distintas disciplinas según sus necesidades. Pero esto no parece que sea ya así, y la consecuencia es que en los últimos años el ciclismo nacional atraviesa una grave crisis, posiblemente la más importante de su historia. Y no sólo el de pista.

En un país en el que los proyectos colectivos -los que realmente sirven para valorar el trabajo de una entidad- han sido raras y contadas excepciones, casi siempre hemos dependido de notables individualidades… aunque éstas las hay hasta en Namibia. Desgraciadamente y fruto del nulo trabajo de planificación federativo estas cada vez son más escasas. En carretera seguimos dependiendo de un Valverde que da sus últimas pedaladas y de la ilusión que se vende con dos jóvenes como Ayuso o Rodríguez de los que no sabemos hasta donde podrán llegar, mientras que en féminas, a pesar de la decidida apuesta federativas por las chicas está se centra en el ocio y en competición casi todo sigue pasando por una Mavi García que siempre que corre demuestra su ambición, pero no es suficiente; en BTT, han sido las ‘agallas’ de David Valero -lo mismo que las de Carlos Coloma cuatro años atrás- los que sirvieron para salvar el balance olímpico, aunque no debería ser nunca lo que mide el éxito deportivo del trabajo de una Federación. Y el BMX, a pesar de su importante base, sigue sin un proyecto serio que le permita despegar, algo comprensible ya que también es otra disciplina ‘costosa’.

Un calendario burocrático, unos pistards sin alicientes

Volviendo con el ciclismo en pista, aparte de todo lo anteriormente indicado, tiene una serie de connotaciones propias que también influyen negativamente en su presente y su futuro. Una de los más graves es el calendario, y que llega hasta extremos tan aberrantes como hacer coincidir un Campeonato de España con unos Juegos Olímpicos… ¡y no pasa nada! En vez de trabajar por fomentar un calendario compensado, que sea complementario de la carretera y que sirva a los intereses deportivos, hemos llegado a enfocarlo desde un punto de vista exclusivamente administrativo, burocrático, sin crear las competiciones más adecuadas, en las fechas más idóneas.

Helena Casas, la mejor velocista española...
y la única a día de hoy. Foto: WC Hong Kong
También es bastante preocupante que no haya ningún aliciente para los pistards. La velocidad agoniza por la falta de iniciativas para captar a practicantes donde se debe hacer y que es fuera del ciclismo tradicional. En cuanto al fondo, cada vez son menos los juniors, sub23 y élites que pueden compatibilizar carretera y pista, ante la falta de cualquier tipo de alicientes y de un diálogo entre los actores implicados, aparte de las incomprensibles coincidencias de fechas en el descuidado. Y si la tecnificación pasa por proyectos como el que se ha estado desarrollando el pasado año y que tendrá una nueva fase en pocos días… ¡apaga y vámonos!

¿Tiene solución la pista? Como decíamos al principio, hay que ser conscientes del problema. Y si la pista no es problema para ellos, para el resto del ciclismo nacional sí lo es. 

Y como un rayo de esperanza para esta disciplina tan mal tratada, aquellos que sí están preocupados, también se preocupan por buscar soluciones. Lo que hace falta es que les dejen.

¿Y quienes deben ser los actores? En la segunda parte lo sabremos.

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